Un servidor reconoce que, como
enamorado del lenguaje, tiene una especial monomanía en contra del
mal hablar y obviamente del mal escribir, porque hoy día no se hace
bien ni lo uno ni lo otro, siempre por supuesto de acuerdo con las
normas que la RAE dicta ad hoc.
En
el caso de los medios de comunicación escritos, por ejemplo, no hay
forma de
que estos dejen de acentuar los
pronombre demostrativos
o el adverbio solo,
a pesar de que la RAE dijo ya hace tiempo (con razón o sin ella,
pero es el organismo
que, en opinión de
uno, tiene la
autoridad en la materia, lo mismo que en la cuestión de gobernar la
tiene el poder ejecutivo o
en la de aprobar leyes la tiene el poder legislativo)
que no debe hacerse. Y
eso que el comentarista no para de darles
caña, pero no hay
manera; que si
quieres arroz, Catalina.
Conviene recordar que,
sobre los primeros dice
textualmente el Diccionario Panhispánico de Dudas que sea
cual sea la función que desempeñen
(ya se sabe que pueden
ser pronombres cuando ejercen funciones propias del sustantivo, o
adjetivos cuando modifican al sustantivo),
los demostrativos
este, ese y
aquel, con
sus femeninos y plurales, siempre
son tónicos y pertenecen, por su forma, al grupo de palabras que
deben escribirse sin tilde según las reglas de acentuación: todos,
salvo aquel,
son palabras llanas terminadas en vocal o en -s y aquel
es aguda acabada en -l. Por
lo tanto, solo cuando en una oración exista riesgo de ambigüedad
porque el demostrativo pueda interpretarse en una u otra de las
funciones antes señaladas, el demostrativo llevará obligatoriamente
tilde en su uso pronominal, como
en la frase ¿por
qué compraron aquéllos/aquellos
libros
usados?,
en la que aquellos
llevará tilde únicamente
si se refiere al
sujeto de la oración, que no está expreso; pero nunca la
llevará si se
hace referencia a los libros en sí.
(Evidentemente
las formas
neutras de los demostrativos, es decir, las palabras esto,
eso y aquello,
o
sus respectivos
plurales,
que únicamente
pueden funcionar
como pronombres, deben
escribirse siempre sin
tilde). Y
lo mismo cabe decir del término solo,
sea este
(este
sin tilde, claro está)
adjetivo o adverbio;
únicamente, cuando
dicha palabra
pueda interpretarse en un mismo enunciado como adverbio o como
adjetivo, se utilizará obligatoriamente la tilde en el uso adverbial
para evitar ambigüedades, como
en la frase Estaré
sólo/solo
un mes, que
la llevará si se ha querido decir solamente;
pero no, si se
ha pretendido
aludir a estar
en soledad.
Acerca
del
lenguaje oral uno no va incidir, porque ya dedicó uno de sus
comentarios al tema del plural en los casos en
que
el orador, normalmente de izquierdas, se refiere a ambos sexos, en
una ideología exagerada de feminismo mal entendido, que aboga porque
las mujeres deben tener los mismos derechos que el hombre, algo
que un servidor no discute en absoluto. Según
la
RAE, existe
la
llamada
ley
lingüística de la economía expresiva,
que
difiere
mucho con
lo
de empecinarse
en ver en ello una
aviesa
y torticera intención
discriminatoria; en ocasiones incluso,
expresión de tal calado puede resultar
barriobajera y chabacana, como cuando se alude a los
parados y las paradas,
por
citar
un caso concreto.
Si
alguien quiere expresar, por poner otro ejemplo, que el
perro es un animal de compañía,
¿es
más correcto y
elegante decir
que el
perro y la perra lo son?
Pues
el caso viene a ser, si no exactamente igual, sí muy parecido.
Simplemente
un
servidor va
a hacer referencia al nuevo
Secretario
General
del PSOE, (bueno,
nuevo no, porque incomprensiblemente
repite
cargo
en el partido),
quien
tras
su triunfo,
al dirigirse
en su primera comparecencia a sus
partidarios que
lo
habían elegido,
(al
cumplir la función de complemento directo, es más correcto
decir
lo
que
le
habían
elegido,
cual se suele decir también habitualmente, bien
es verdad que, debido a su extensión entre hablantes cultos y
escritores de prestigio, su uso se admite por la RAE),
aludió
a los
afiliados
y las
afiliadas,
los
apoderados
y las
apoderadas,
los
candidatos
y las
candidatas,
los
compañeros
y las
compañeras,
los hijos
y las
hijas,
los
interventores
y las
interventoras,
o
juntos y
juntas,
todos y todas, y
vosotros
y vosotras
(y en
todos
los
casos
insistió
dos
veces
por
lo
menos, salvo en el
primero
y cuarto
que
lo hizo hasta
en
SIETE
y
NUEVE
ocasiones respectivamente). Todo
en muestrario de lo que no debe hacerse, máxime
si se hace por
alguien que aspira a presidir el Gobierno de España
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