No
cabe duda de que el empleo de los
pronombres personales 'la',
'le'
y
'lo',
con sus correspondientes plurales, son motivo de dudas en los
escritores y hablantes de nuestro
idioma;
al
menos,
no
es infrecuente observar
el
mal
uso
de
los mismos, o
de forma indebida
si
se quiere, por
parte de comentaristas
y locutores
de
radio y televisión, entre
los que no hay que excluir a tertulianos
de reconocido prestigio. Es
en definitiva lo
que se conoce como 'laísmo',
'leísmo'
y
'loísmo',
respectivamente.
Y,
como
uno ha podido saber que
la
dificultad, o el problema
de su correcta
utilización,
radica básicamente en que se
desconoce cuál es el papel que desempeñan unos
u otros
en la oración (si
de complemento directo o de complemento indirecto),
de
ahí que
el
comentarista haya
considerado
oportuno incidir en ello, ya
que ha
tiempo
que
un servidor le dedicó al
tema uno de sus comentarios. En
todo caso, y
en
su modesta opinión,
la cosa no es tan complicada como parece. Claro que, si de
entrada se
ignoran
algunos
conceptos básicos de
sintaxis (que
son de estudios que
se aprenden en la escuela),
apañados
estamos,
como en tantas otras cosas.
La
elección de tales
pronombres
personales
en
una determinada frase depende
en esencia, como ya se ha indicado, en la
funcionalidad que ejerzan en la misma, bien
como complemento indirecto
('le/les'),
bien
como
complemente directo
('la/las'
y
'lo/los').
Lo
que sí es evidente es que de
ninguna de las maneras depende de que el complemento, ya
se trate del directo
o del
indirecto,
sea persona, animal o cosa.
Los
pronombres 'la/las'
proceden de las formas latinas de acusativo femenino
'illam/illas'
(singular
y plural respectivamente), que era
el caso de la declinación latina en el que se expresaba el
complemento directo. Por ello, la norma culta del español estándar
solo admite el uso de esas formas para dicha función, al
decir de la RAE (siempre
obviamente
referido
al
femenino, tanto
en singular como en plural; y lo mismo para personas que para
cosas), cual
en la
oración
“La/las
buscaron
por todos sitios” (caso
de
personas),
o “La
entrega de premios la efectuó el presidente”
(cosa).
Por
su parte, los
pronombres
'lo/los'
provienen
de las formas latinas de acusativo masculino
illum/illos
(singular
y plural),
caso
igualmente
de
la declinación latina en el que se expresaba el complemento directo;
y,
asimismo,
en
la
norma culta del español estándar también,
solo
se
admite
el uso de tales
formas
para desempeñar dicha función (“Me
lo/los
encontré en la calle” (personas),
o
“El
premio lo entregó el secretario”
(cosa).
Y
los pronombres 'le/les'
(procedentes
de las formas latinas de dativo, singular y plural, 'illi/
illis',
que
eran los casos
de la declinación latina en el que se expresaba el complemento
indirecto),
del
mismo
modo la
norma culta del español estándar establece el uso de esas
formas para ejercer dicha función, independientemente del género
del sustantivo al que se refiera
el pronombre:
”Le/les
dijeron
(a él o a ella, o
a ellos o ellas)
que
se fuera(n)
a la calle”.
Según
el Diccionario Panhispánico de Dudas, hay zonas en las que 'le'
se emplea como complemento directo cuando se refiere a personas del
sexo masculino y en singular. En ese caso se admite el
leísmo,
aunque
se recomienda el empleo de 'lo'.
Y, desde luego, se desaconseja su
uso en plural o en femenino. En
frases como “Les
alabaron mucho” o
le consideraba una mujer decidida”
su
empleo
es desaconsejable
por
no estar
ni
en
singular ni
en
masculino.
Para
la RAE el
leísmo,
referido a animales y cosas, no se considera nunca apropiado. No
es correcto, por ende, decir
en su caso que
“se
le desbocó
el
caballo y no pudo dominarle”;
o “se
le perdió el reloj y no le encontró”. Debió
decirse “no
pudo dominarlo”
o
“no
lo encontró”.
De
la misma forma,
los verbos usados con significados que los diccionarios señalan como
intransitivos no admiten complemento directo, por lo que no es
posible el
empleo de
'lo/la'
o
'los/las';
debe
ser
siempre 'le'
o
'les'.
El supuesto clásico por
antonomasia
es el verbo decir. “La
dije”,
por ejemplo, no
suena
nada
bien,
por mucho que así se
diga
en Burgos o en Valladolid, con
perdón para los castellanos, que
se atribuyen el nacimiento de nuestro
idioma, aunque hay quien
se
decanta por situarlo en San
Millán de la Cogolla (La Rioja), bien
es verdad que hasta
la
actual división autonómica de España, fruto
de la Constitución de 1978,
perteneció a la antigua provincia de Castilla la Vieja, merced a la
división territorial de nuestro país llevada a cabo por
el
entonces
Secretario
de Estado de Fomento,
D. Javier de Burgos en 1833.
Algunos
tratadistas del idioma sostienen que la regla que se basa en
preguntar “a quién”, que se ve en ocasiones en las
gramáticas elementales, no es nada práctico para determinar si un
complemento es directo o indirecto; de hecho tan solo sirve para
precisar si el complemento es de cosa o de persona. Acudir, pues, a
dicho recurso puede ser incluso fuente de leísmos, habida
cuenta de que no siempre funciona. Y un servidor está de acuerdo
con semejante matización.
Al
fenómeno del 'loísmo', consistente en el uso del
pronombre 'lo' (complemento directo) como
complemento indirecto masculino, el comentarista no va a referirse
por ser menos extendido y mucho más vulgar que el 'laísmo'
o 'leísmo'. “Lo dije que me avisara',
por ejemplo, es un supuesto un tanto rebuscado y difícil de
encontrar en la práctica. .
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