Repasando la preparación
académica del sr. Puigdemont, a un servidor no le extraña en absoluto la
serie de tonterías que dice que cada vez que abre la boca. Lo malo
de todo es que lamentablemente existen otros personajes (por
fortuna no tantos para los catalanes) que no le van a la zaga en eso
de inventarse auténticas chorradas
y/o paparruchas
de todo estilo. Ahí tenemos el caso de don Víctor Cucurull,
bautizado con razón
por alguien como el
Gila de la ANC,
pues cómico sí que parece tal pseudohistoriador
por mucho que sea
licenciat en Geografia
i Història
per
la UAB; lo raro es
que no se haga llamar a sí mismo Víktor
o
Bittor,
pues,
aunque uno es
consciente de que
dichos
nombres no
son catalanes, sucede
que en Cataluña el de Víctor
coincide con el de
España y hay que llamarse de
forma diferente aun
cuando no
sea más que por cuestión
de esnobismo. Y es que
este curioso individuo, miembro del secretariado de la Asamblea
Nacional de Cataluña
(ANC), en esas
charlas que él
pomposamente denomina
conferencias, ante una expectante audiencia un tanto infantil pues
da la ligera impresión de que se están creyendo todo lo que se le
cuenta, elucubra unas teorías sin duda extravagantes y rocambolescas
sobre su visión catalanista de la historia, interpretadas obviamente
a su peculiar manera. Así ha llegado a decir que los
orígenes de la nación catalana se remontan al siglo VII a. C.;
que esta fue la
primera nación del mundo;
que los tartessos
tienen su origen en la ciudad tarraconense de Tortosa;
que Roma no comenzó
a ser la capital que fue hasta que no entraron los catalanes;
que el
descubrimiento de América no se llevó a cabo por españoles sino
por catalanes; que
Cataluña fue la
nación más importante del mundo desde finales del siglo XV hasta la
mitad del siglo XVI; que en América nunca se ha dejado de hablar el
catalán; que
este es un
idioma muy presente en todo el continente;
o que, en el colmo del dislate, El
Quijote fue escrito inicialmente en catalán.
¡Ah!,
no duda en afirmar, quedándose tan pancho, que personajes
históricos de la categoría de Cristóbal Colón, Américo Vespucio,
Miguel de Cervantes, Leonardo Da Vinci, Hernán Cortés, Bartolomé
de las Casas, Santa Teresa de Jesús o san Ignacio de Loyola fueron
oriundos de Cataluña o, al menos, eran de ascendencia catalana;
bueno, de este último dice que no
se sabe realmente dónde nació, pero
que sin duda
debió de
hacerlo en Orihuela.
¡Toma ya! Porque semejante
deducción (basada,
a la vista está, en lo que le sale a él de sus
cataplines) es
digna de ser enmarcada con ribetes de calandrajo. Y
es que, como dijera el gran Groucho March, si
a usted no le
parecen bien mis
principios (antes
había dicho que tenía los suyos),
tengo aquí otros;
como
los del sr. Cucurull, salvadas evidentemente las
distancias
intelectuales
entre una
relevante
personalidad
y
un personajillo
de
tan escasa monta.
Pero, volviendo al sr.
Puigdemont, este asegura
que el
referéndum es legal porque se aprobó en el Parlamento
(el de Catalunya, por supuesto), así como
que dicho Parlament es el
que solo puede inhabilitar al Govern
que preside, siempre
en su opinión lógicamente.
Uno desconoce lo que por legal dirá el
diccionario de la lengua catalana, si es que existe porque Cataluña,
como comunidad autónoma (supuestamente la mejor sin ningún género
de dudas, para ellos eso sí, con absoluta falta de respeto para las
demás) posee de todo; pero el de la RAE lo define como lo que está
prescrito por ley y es conforme a ella. Claro, que a lo mejor
resulta que don Carlos (dicho a la española para que se chinche)
tiene hasta razón, por aquello de que la Constitución de cualquier
Estado (incluida la de España, de la que de momento su
nacionalidad o región forma parte todavía) no es una
ley en sentido estricto, bien es verdad que voces autorizadas a nivel
mundial consideran a ese tipo de normas como la Norma Fundamental de
un Estado (llamada también Carta Magna), con rango superior al resto
de las leyes, que define el régimen de los derechos y libertades de
los ciudadanos y delimita los poderes e instituciones de la
organización política. Y, haciendo referencia a los datos
biográficos del interfecto, los medios de comunicación han
dicho de él que cursó los estudios básicos y el bachillerato en
su pueblo natal y que inició Filológica Catalana en el Colegio
Universitario de Girona, estudios que abandonó para trabajar en el
periodismo (no que cursara la carrera de Ciencias de la Información,
que le daría algún plus por lo menos). En todo caso, el
art. 149.1 de la Constitución, ratificada por el pueblo español
incluido el catalán (1)
mediante referéndum celebrado el 6 de diciembre de 1978, ESTABLECE
que EL ESTADO TIENE COMPETENCIA EXCLUSIVA EN DETERMINADAS
MATERIAS, siendo
una
de
ellas
la
prevista
en
el
punto
32, es decir,
LA AUTORIZACIÓN PARA LA CONVOCATORIA DE CONSULTAS POPULARES POR VÍA
DE REFERÉNDUM. Ni que decir tiene que la misma
Constitución, a la que Cataluña por ahora también tiene que
someterse, en su art. 2 dice que SE FUNDAMENTA EN LA
INDISOLUBLE UNIDAD DE LA NACIÓN ESPAÑOLA, PATRIA COMÚN E
INDIVISIBLE DE TODOS LOS ESPAÑOLES; bien es
verdad que dicho artículo luego reconoce el derecho a la
autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran, (y
a la solidaridad entre todas ellas, cosa que se olvida con
demasiada frecuencia), pero EN NINGÚN MOMENTO HABLA DE LA
INDEPENDENCIA DE ELLAS, CATALUÑA INCLUIDA. Y el art. 161
determina que EL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL TIENE
JURISDICCIÓN EN TODO EL TERRITORIO ESPAÑOL, ASÍ COMO QUE EL
GOBIERNO PODRÁ IMPUGNAR ANTE EL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL LAS
DISPOSICIONES Y RESOLUCIONES ADOPTADAS POR LOS ÓRGANOS DE LAS
COMUNIDADES AUTÓNOMAS.
Pues eso, sr. Puigdemont,
aunque a usted no le guste.
(1)
En Cataluña de un total de
más de 4.398.000 electores votaron unos 2.986.000 (algo más del
67,90%), de lo cuales 2.701.000 fueron votos
afirmativos de 2.966.000
votos válidos (algo más de
un 91,09 %).
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