domingo, 21 de agosto de 2016

HOMO HOMINI LUPUS

Sabido es que una de las principales funciones del Gobierno consiste en la elaboración de los Presupuestos Generales del Estado para el año siguiente, que habrán de presentarse ante el Congreso de los Diputados tres meses antes de la expiración de los del año anterior (art. 134 C.E.), para lo cual obviamente no queda ya mucho tiempo; y menos que va a quedar si las cosas siguen así, por la postura incomprensible del líder del PSOE a quien le he oído decir en varias ocasiones que votará NO a dichos presupuestos. Porque vamos a ver, sr. Sánchez, –y no me refiero al tema de la investidura de Rajoy, para la que sí es admisible y lógica su oposición por razones obvias–, para votar algo, primero habrá que saber qué es lo que se va a votar; y, si los citados presupuestos aún no han sido elaborados o, al menos, no se han dado a conocer, ¿cómo puede usted decir que se va a oponer por sistema, sin tan siquiera saber si van a venir bien a las reivindicaciones de su Partido? Por cierto, como en Wikipedia he leído que habla usted inglés y francés, aparte del castellano, –la RAE dice que es recomendable decir español–, sería curioso comprobar cuál es su nivel de estos dos últimos idiomas, porque el del español  a nivel de oratoria no es que esté a la altura de Cánovas o Castelar precisamente; ahí están esas sus expresiones españoles y españolas, amigos y amigas o trabajadores y trabajadoras que chirrían al oído y son vituperadas por nuestra Real Academia de la Lengua.

Pero a lo que iba uno.

A un servidor, cuando iniciaba sus estudios universitarios hace ya muchos años, se le quedó grabada en la memoria la frase que da título al presente comentario, –y es génesis del mismo–, como atribuida a Thomas Hobbes, uno de los más acérrimos defensores del pesimismo antropológico y célebre por su conocida obra Leviatán. Pero no fue en esta obra, sino en la De Cive, –escrita curiosamente en latín y no en inglés, al igual que De Corpore y De Homine, las cuales conforman su famosa trilogía sobre el ciudadano, el cuerpo y el hombre–, donde aparece la frase en la dedicatoria que le hizo al conde de Devonshire. Sin embargo, si es cierto que Hobbes utilizó la expresión en un determinado contexto, no es menos verdad que el controvertido filósofo británico nunca reivindicó su autoría, –profecto vere dictum est homo homini lupus añadía él, es decir, ciertamente se ha dicho que el hombre es un lobo para el hombre, lo que significa que no fue su creador, sino que la expresión ya existía cuando él la plasmó en su libro–, aunque probablemente le quepa el mérito de ser quien más haya contribuido a su divulgación y conocimiento. Porque fue al comediógrafo latino Plauto, en su obra Asinaria o Comedia de los asnos, a quien le cupo el honor de acuñar la frase; y esta, en su redacción completa, decía que lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit (el hombre es un lobo para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro).

Y, hablando de lobos, no está nada mal a traer a colación la conocida fábula de Esopo sobre el lobo y el cordero, un lobo y un cordero, que, cada uno por su lado, fueron a un rio a beber agua para calmar su sed. El lobo estaba bebiendo agua en la parte de arriba del río, mientras que el cordero lo hacía bastante más abajo. El lobo buscando algún motivo para atacar al cordero comenzó a decirle: “¿Por qué me enturbias el agua mientras yo bebo?” El cordero le respondió que difícilmente podía él enturbiarle el agua si estaba bebiendo en la parte baja del río. Pero el lobo buscando un pretexto para atacar al cordero, lo acusó diciéndole que seis meses atrás lo había ofendido. El pobre cordero le dijo que él en ese tiempo todavía ni había nacido. “Eso no importa –dijo el lobo–, si no fuiste tú, sería tu padre”. Y, sin mediar ninguna otra palabra, el lobo se abalanzó sobre el cordero y lo devoró.

Cuando alguien quiere imponer su razón, sin escuchar las razones de los demás, cualquier pretexto es bueno para poder hacerlo.

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