lunes, 29 de agosto de 2016

NO, SR. GARZÓN, ESO NO

Un servidor ya dedicó uno de sus comentarios al tema de Arnaldo Otegui, que tanto ha dado que hablar últimamente en las tertulias televisivas; y, por lo tanto, me parecía ocioso por redundante abundar sobre la cuestión. Pero ha habido una nueva circunstancia que le ha obligado a uno a retomar la cuestión. Se trata en concreto de que el Coordinador federal de Izquierda Unida y portavoz de IU-UP en el Congreso de los Diputados, D. Alberto Garzón Espinosa, –para más señas malagueño de adopción, aunque riojano de nacimiento–, públicamente se ha mostrado partidario en televisión –izquierdoso tenía que ser, claro–, a favor de que aquel impresentable sujeto pueda presentarse como candidato a las elecciones en el País Vasco, apoyándose en unas supuestas razones democráticas, ¡toma ya!
 
Y es que no se trata, sr. Garzón, como argumenta usted, –suo modo obviamente–, de que la democracia debe imponerse a los deseos de sangre y de venganza; porque en una democracia hay que respetar también todo lo demás que esta lleva consigo. En un Estado de Derecho, como se supone es el español, sr. Garzón, es obligado cumplir las sentencias y resoluciones firmes de los Jueces y Tribunales (ar. 118 CE). Debiera usted recordar, sr. Garzón, que hay una sentencia de la Audiencia Nacional, que es firme puesto que él no la recurrió, que le impide ser elegido para cargo público, a menos que usted considere que ser diputado con aspiración a lehendakari no lo es. En la citada sentencia, –se lo recuerdo igualmente, sr. Garzón–, no se habla de inhabilitación absoluta durante el tiempo que esté en la cárcel o, tan siquiera, durante el tiempo de la condena, que podría justificar que dicha pena, como accesoria, hubiera quedado extinguida o redimida con su salida de prisión; en la resolución judicial se habla de inhabilitación durante un plazo determinado, en este caso de DIECISÉIS AÑOS, que, si las matemáticas no mienten ni Pitágoras tampoco, aún no han pasado, habida cuenta de la fecha de la sentencia. Y asimismo le recuerdo, sr. Garzón, que la Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, del Régimen Electoral General, –aplicable igualmente en las Comunidades Autónomas–, en su art. 6.2.b), al referirse al sufragio pasivo, –no hará falta que le refresque la memoria en cuanto a que este es el derecho a optar a la elección como cargo público–, que son inelegibles, entre otros, los condenados por sentencia, aunque no sea firme, por delitos contra la Administración Pública o contra las Instituciones del Estado cuando la misma haya establecido la pena de inhabilitación para el ejercicio del derecho de sufragio pasivo o la de inhabilitación absoluta o especial o de suspensión para empleo o cargo público en los términos previstos en la legislación penal. ¿Y no era de inhabilitación absoluta, sr. Garzón, de lo que hablaba la sentencia antes aludida, esa misma que el condenado y ahora parece que su defendido no recurrió?

¿Qué tiene que ver, sr. Garzón, lo que usted califica como error político con lo que es una resolución judicial, que, equivocada o no, –para eso están los recursos que él no utilizó–, es obligado cumplirla, aunque no les guste ni al condenado ni a usted? ¡Ah!, se me olvidaba, sr. Garzón, que usted  no es jurista, sino ecomista, había que ver de qué nivel a juzgar por sus razonamientos. Y, lo que ya raya en el colmo del dislate, sr. Garzón, –por apoyarse en un absurdo y artificioso vericueto ¿legal? que en modo alguno se sostiene, aparte de estar cargada de un infantilismo inconcebible en alguien que aspira a ser presidente del Gobierno de España–, es que usted manifieste algo tan pueril como que en la condena no se contempla para nada la imposibilidad de no poder figurar en las listas. Porque,  aun cuando en abstracto puede que no lo sea, ¿en la práctica, sr. Garzón, tiene algún sentido ir en unas listas, –ya se ve que para usted sí lo tiene–, si al fin y a la postre luego no puede ser elegido para cargo alguno según la sentencia?

Seamos serios y consecuentes, sr. Garzón. Porque, –se lo dice uno de corazón–, hasta ahora me caía usted bastante bien, pero….. Por ese camino, sr. Garzón, a buen seguro que el brillo de su estrella se irá difuminando, como se apagó casi del todo el del ex-juez de su homónimo apellido.


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