Una
de las cuestiones en que los exégetas no se han puesto nunca de
acuerdo es el idioma en que Cristo se expresaba. Parece ser que
durante el siglo I, en la zona terráquea donde vivió Jesús de
Nazaret, se utilizaban hasta cuatro lenguas: arameo, hebreo, griego y
latín, posiblemente esta última en menor escala por cuanto se cree
que la usaban exclusivamente los funcionarios romanos en sus
conversaciones entre sí, al margen de que la conocieran alguna
personas cultas o eruditas; no parece, empero, probable que Jesús la
empleara en su conversación ordinaria o en su predicación. No
obstante, al margen de que puede que acudiera rara vez al griego
(los estudiosos del tema piensan que algunos campesinos y artesanos
de Galilea conocían esta lengua y se servían de ella en las
actividades comerciales y de la vida ordinaria), las alusiones que
se hacen en los Evangelios a la predicación de Jesús en la sinagoga
y a las conversaciones con los fariseos sobre los textos de la
Sagrada Escritura intuyen que probablemente conociera el hebreo, si
bien se decantan por que normalmente hablara en arameo. Hay un dato
significativo que nos puede dar alguna pista al respecto, cual es el
de que de las llamadas,
no con total acierto, siete palabras que
pronunció Jesús en la cruz (la única de ellas que relatan Mateo y
Marcos) hablan de que dijo Elí, Elí [o
Eloí, Eloí] lamá
sabactaní, si bien es de resaltar que en los mismo textos se
indica, según el primero, que algunos de los que allí estaban
dijeron que a Elías llama este [Mirad, llama
a Elías, dice Marcos por su parte, respecto de algunos que
estaban cerca (1)],
lo cual evidencia que unos u otros no conocían el
arameo. Claro, que el término algunos no quiere decir que ni
todos los que estaban allí, o estaban cerca,
desconocieran el arameo ni que todos los que desconocían
el arameo se pronunciaron de esa
manera.
Las
siete palabras es la denominación convencional de las últimas
frases que Jesús prenunció en la cruz antes de morir, tal como se
recogen en los Evangelios canónicos; pero no fueron solo palabras
sueltas o aisladas en sentido técnico preciso, porque son
auténticas frases las que pronunció, incluso la considerada como
la quinta (Sitio = Tengo sed), pues esta en
realidad, aunque formada por una sola palabra, es una frase completa
en el concepto tradicional que tenemos del término), por mucho que
se diga de aquella guisa no de forma totalmente exacta. Tampoco puede
asegurarse de modo preciso cuál fue el orden en que serían
pronunciadas, ya que tan solo una de ellas se repite en dos de los
Evangelios considerados auténticos por la Iglesia católica,
concretamente en los citados de Mateo y Marcos, quienes se hacen eco
de la que se considera generalmente como la cuarta, por otro lado sin
ningún criterio que de pie para ello; por su parte
Lucas relata tres, supuestamente la primera, la segunda y la
séptima; y Juan las tres restantes, la tercera, la quinta y la
sexta, De todas formas, elucubrar o hacer disquisiciones sobre el
orden en que fueran pronunciadas aquellas es asunto que nos llevaría
a ninguna parte.
La
transcripción tradicional de las mismas en latín, de acuerdo con
la Biblia de Jerusalén es la siguiente:
1.-
Pater, dimitte illis, non enim sciunt quid faciunt (Lc. 23.
34);
2.-.
Amen dico tibi: Hodie mecum eris in paradiso (Lc. 23. 43);
3.-
Mulier, ecce filius tuus
/…/Ecce
mater tua (Jn
19. 26-27);
4.-
Deus
meus, Deus meus ut
quid dereliquisti me
(Mt. 27. 46
y
Mc 15. 34):
5.-
Sitio
(Jn. 19. 28);
6.-
Consummatum
est
(Jn. 19. 30);
7.-
Pater,
in manus tuas commendo spiritum meum
(Lc. 23. 46).
Y
es
a la última, que por lógica parece debió
de ser la
pronunciada en postrer
lugar
(de
la misma manera que la primera también lo es por sentido común),
a
la
que el comentarista quería hacer alusión en concreto. Porque uno
siempre
había oído decir
que
la traducción al español era
la de En
tus manos encomiendo mi espíritu.
Sin
embargo, modernamente
ahora se
está diciendo a
tus manos
en vez de en
tus manos;
y esto,
no
obstante sea un
detalle insignificante o
que carece de importancia,
es sin
duda una
traducción más
apropiada.
Y por qué tal
matiz,
se preguntará más de un curioso,
o curiosa por aquello del absurdo lenguaje inclusivo actual.
Pues un
servidor lo
hace simple
y llanamente ateniéndose
al texto latino de
las
propias
palabras,
id
est,
de las
frases pronunciadas
por Jesucristo
en
la cruz (de
ahí que haya optado
por ponerlas
en aquel idioma
en lugar de en español),
porque
efectivamente
la preposición latina in
con el
significado de en
o dentro
de
rige ablativo,
como
es el caso de in
paradiso (a
la que se ha hecho alusión en la segunda
de las
mismas
siete
palabras),
en
tanto que in
con
acusativo (2),
cual es el caso que nos ocupa, tiene significado
de a
o
hacia.
Pero
es que, además, dado que la
traducción principal
del verbo commendo
es confiar,
cuando
este
significa
encargar a alguien el cuidado
de una persona o cosa, además de llevar complemento
directo
(mi
espíritu),
exige
la presencia de un complemento indirecto
(a
tus manos).
al
decir del
DPD, Cuestión
distinta sería si el texto latino dijera
in
manibus tuis, pues
eso ya sería otra cosa.
(1)
Mt
27.46-47
y Mc 15. 34-35.
(2)
Como complemento circunstancial tiene el mismo valor que ad
y
versus
o
versum.
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