En diferentes ocasiones un
servidor se ha referido en sus comentarios a la facilidad que existe
en ambientes más o menos cultos para inventar palabras que no están
recogidas en el diccionario de la RAE, es decir, palabros
para ser más exactos y hablar con propiedad, que en
términos coloquiales también pueden llamarse palabrotas,
aunque pueda parecer un tanto exagerado. Sin ir más lejos, en
uno de sus artículos de la serie dedicados a la polémica
sentencia del conocido caso de La Manada (todo un ejemplo de
lo que no debiera ser una resolución judicial desde el punto de
vista gramatical y sintáctico) hacía alusión a unos cuantos, entre
ellos el verbo timbrar en el sentido de tocar el timbre
porque, si bien es cierto que dicho verbo existe como tal, su
definición en términos exactos es la de poner el timbre en el
escudo de armas o estampar un timbre, un sello o un membrete.
Y
el comentarista ha hecho mención del citado verbo, ya que en el caso
concreto de algunos periodistas, o pseudoperiodistas vaya
usted a saber (por ser el gremio, podríamos decir, donde más se da
esa habilidad para acuñar nuevas palabras) uno recuerda
haber hecho alusión, aun cuando hay algunos más, a los supuestos
verbos aperturar o contragolpear (pues es de suponer
que se trate de verbos obviamente, el último de los cuales es muy
utilizado en el argot futbolístico por los comentaristas del ramo),
si bien tal circunstancia de hecho se da tanto partiendo de
sustantivos para inventar verbos, cual en en los supuestos citados,
como a la inversa, o sea, tomando como base un determinado verbo
para crear sustantivos. Porque una cosa es que el vulgo (o el
pópulo dicho en términos coloquiales para emular al gremio de
aquellos inventores citados) utilice palabras inexistentes y
otra muy distinta es que se empleen en ambientes de cierto nivel
cultural, como uno entiende debieran ser los que se dedican a
escribir o hablar en los medios de comunicación, da igual si son
licenciados o no en Ciencias de la Información; mucho más, claro
está, si lo son realmente, que uno ya tiene sus dudas. No hay más
que recordar el último caso de un conocido político del Partido
Popular que ha sido capaz de sacar media carrera de Derecho en menos
de un año, algo que ha sido considerado como poco menos que
imposible por un grupo de profesores de distintas universidades.
Claro que fenómenos o situaciones extraordinarias se dan en la vida;
por ejemplo, recientemente uno ha visto en una televisión que una
niña de 5 años era capaz de entenderse con ocho personas de
distintas nacionalidades en sus respectivos idiomas.
Pero a la que iba un servidor
es que parece que ha surgido una nueva palabreja, que nada
de particular o de extraño tendría se pusiera pronto de moda, cual
es
la de candidatable (en la modesta opinión del
comentaristas suena hasta mal), que debe hacer referencia a
alguien que pretende o puede ser candidato a algo o de algo, a juzgar
por el contexto en que un servidor la ha oído.
Y,
como uno tiene una verdadera obsesión por el diccionario (confieso
que a veces raya en la monomanía), veamos lo que este dice al
respecto sobre los adjetivos que terminan en -ble
(1),
porque el comentarista parte de la base de que en el caso concreto
estamos hablando de un adjetivo. Así dice la RAE que el sufijo -ble
sirve para la
formación de
adjetivos casi siempre deverbales (2),
añadiendo que indica
posibilidad pasiva,
es decir, capacidad
o aptitud para recibir la acción del verbo.
Si el verbo,
continúa la
RAE, es de
la primera conjugación, el sufijo toma la forma -able,
como en el caso de
prorrogable;
y, si
es de la segunda o tercera, toma la forma
-ible, como
en reconocible
o
distinguible.
Y señala igualmente
que en
los supuestos de
derivados de
verbos intransitivos o de sustantivos suelen tener valor activo,
casos de
agradable o
servible. Por
otra parte, según
otras fuentes lingüísticas,
es un
morfema tónico de tipo derivativo que cumple con la tarea de unirse
de forma posterior a palabras identificadas como verbos, a fin de
originar nuevas palabras,
que por su parte son clasificadas como adjetivos, de acuerdo a su
categoría gramatical.
En
todo caso, si candidatable debe referirse a alguien que
aspira a ser candidato, y candidato (o candidata
no vayan a molestarse los izquierdosos de turno) es la persona
que pretende algo, especialmente un cargo, premio o distinción y
también persona propuesta para un cargo, premio o
distinción, lo de ser
candidato a candidato no dejaría de ser una redundancia; o
para decirlo de un modo más técnico, un auténtico pleonasmo en
toda regla. Todo ello, por supuesto, en opinión del comentarista.
(1)
Etimológicamente procede del sufijo latino -
bilis:
amabilis,
credibilis,
etc.
(2)
Según la RAE, el adjetivo deverbal, como dicho de una
palabra, significa que deriva de un verbo; p. ej., empuje,
de empujar; salvamento, de salvar.
Como siempre, un placer leer tu blog.
ResponderEliminarEn esta ocasión he llegado a este artículo después de leer "En los comicios que ganó Aitor Elizegi el primer candidatable fue Juan Antonio Jainaga, pero el empresario no acabó de dar el paso", lo cual, como mencionas, suena fatal. Con la explicación que das no existe ninguna duda al respecto ;)
Un saludo y gracias por compartir tus opiniones.