Este
último fin de semana se ha celebrado
en Málaga la
conocida como Magna Procesión Victoria, debiendo
significar que, si un
servidor hubiera
encabezado la noticia con la
expresión
'el último fin de semana del mes de
mayo de 2018', tendría
que haber escrito el verbo en pretérito perfecto simple y no en
pretérito perfecto compuesto, es decir, 'se celebró',
para hablar con propiedad y ser consecuente consigo mismo en
cuanto al uso correcto del lenguaje (1).
Por cierto, que a los organizadores de aquel gran acontecimiento uno
les daría un simbólico tirón de orejas por haberlo hecho coincidir
con otro espectáculo (aquel en el fondo también lo era) con la
final de la Champions League, habida cuenta de que en ella
participaba un equipo español, en este caso el Real Madrid, que
tantos seguidores tiene a nivel mundial, como es sobradamente
conocido por casi toda la ciudadanía; posiblemente el gran éxito de
público, que sin duda fue aquella gran cita cofrade, podría haber
sido mucho mayor en opinión del comentarista.
La
realidad es que, con motivo de dicha celebración, se ha editado un
opúsculo de 32 páginas en formato de bolsillo (similar a los que se
publican con motivo de la Semana Santa) bastante bien conseguido por
su calidad y por la profusión de datos que en el mismo se contiene
sobre las diez advocaciones marianas de otras tantas Vírgenes
coronadas, la primera de las cuales no fue la Virgen de la Victoria
curiosamente, sino María Auxiliadora, ya que la de la patrona de la
diócesis tuvo lugar en 1943 y la de aquella en el año 1907, según
se recoge en la mencionada publicación.
Y un
servidor, fiel con su obsesión por el tema del lenguaje, ha fijado
su atención en un dato quizás insignificante (nimio si se quiere,
pero que evidencia que, al menos, ha leído el folleto) y sobre el
que ha parado mientes, cual es un término que aparece en el mismo,
haciendo abstracción de otros detalles, como por ejemplo que se diga
en él que una de la Vírgenes, en concreto la de María Santísima
de la Esperanza, 'lleva en la mano un pañuelo para enjuagar
el llanto', por considerar que esto último se ha debido
a un error tipográfico más que a otra cosa, pues obviamente se
debió decir 'enjugar'.
En el caso que nos ocupa se trata de la palabra 'efímero',
con la que se hace referencia a 'un altar colocado en el atrio de
la Puerta de la Encarnación en la fachada principal de la Catedral'.
Porque
vamos a ver, el término efímero
es un adjetivo de tipo calificativo que se utiliza para designar
aquellas cosas o circunstancias que duran poco y que suceden de
manera breve, pero que normalmente aluden a cosas inmateriales, no a
objetos materiales o físicos que se construyen o se montan para un
determinado momento o actividad, como en la presente ocasión. Según
el diccionario de la RAE, la palabra significa algo
pasajero, de
corta duración
(2),
o
que tiene la
duración de un solo día
por su etimología griego-bizantina
'ἐφήμερος' ('ephḗmeros,
'de
un día'), que
en definitiva hace alusión a aquello cuya duración es breve,
aunque no necesariamente esta tenga que equivaler a un solo día. Es
verdad que en su sentido primigenio sí tuvo ese significado, pero en
la actualidad para calificar una cosa de efímera no quiere decirse
que su durabilidad se corresponda con un único día, ya que que por
extensión la palabra se ha ido ampliando para hacer referencia a
todos aquellos hechos, circunstancias o cosas que tienden a durar
poco, a desaparecer con más o menos brevedad. Así, la frase
'su
relación fue efímera, duró solo 2 meses'
es un claro
ejemplo de que se está diciendo que esa relación no resultó
duradera en cuanto al tiempo, si bien es obvio que su duración
excedió de las veinticuatro horas de un día. La citada voz, pues,
ha dejado de tener aquella significación temporal mínima
que tuvo en su origen.
Y es cierto que en la actualidad, incluso en su aspecto material,
para el ser humano algunos
objetos materiales
también se consideran como efímeros,
caso de los aparatos tecnológicos, dado
que minuto a minuto
estos se van
mejorando continuamente
debido al constante
flujo de novedades que surgen cada día; pero de una
mesa, por ejemplo,
(o de un altar,
si se quiere) no suele ser habitual decir que sea efímera,
todo lo más que está pasada de moda, que será otra cuestión, no
obstante se entienda que una moda en abstracto sí puede ser
efímera. Con
dicha palabra, en definitiva, estamos calificando alguna cosa como
pasajera
en el sentido de que pasa
presto o dura poco, para
designar algo que tiene una duración corta, fugaz o que desaparece
en un breve lapso de tiempo. Mayormente el término se utiliza por
lo general para sucesos o fenómenos naturales, aunque no en
exclusividad, ya que muchos de ellos pueden durar tan solo unos
segundos y, aunque se repitan una y otra vez, su duración específica
no es muy prolongada. Tal tipo de situaciones puede ser muy variada,
pudiendo ir desde la creación de una burbuja de aire hasta la
generación de una ola en el mar o la caída de una tormenta. La
palabra asimismo se
utiliza para indicar que algo no es relevante. Concretamente
en el mundo del arte,
donde se supone que las
obras nacen para perdurar
en el tiempo, se
califican
de efímeras
las
que tienen
escaso o nulo
valor; y en ese sentido
no es infrecuente oír a
más de un supuesto
entendido en la materia
decir,
refriéndose a una concreta
exposición, que 'las
trabajos
expuestos
tendrán una vida efímera'.
Por supuesto, el
tiempo en sí mismo
considerado es
igualmente algo
efímero, como una
ligera percepción hacia el infinito que
es, una magnitud de la
física, un bien relativo, ya
que vivimos sometidos a
su inexorable paso
sobre nuestra existencia. Y el amor o la gloria, ¿no son efímeros
también? Podíamos decir sin
ambages que el primero
(de la segunda estamos
viendo casos una jornada si y otra también) lo
va siendo cada vez
más;
aquellos amores de pareja que duraban tropecientos
años se puede decir sin miedo
a caer en la exageración que
casi han pasado ya a la historia.
Es de resaltar, por último,
que existe una locución latina que expresa muy bien el concepto de
efímero, cual es la de 'tempus fugit' (3),
que viene a decir que el tiempo huye, que pasa, que
corre a toda máquina. En resumen, cuando decimos que las cosas son
efímeras estamos haciendo referencia a que estas vuelan, que
son fugaces, que se escapan de nuestras manos. Y, al hilo de todo lo
anterior, no está mal traer a colación los sinónimos que de la
palabra uno ha encontrado en los diccionarios al uso (breve,
corto, fugaz, fugitivo, momentáneo,
pasajero, perecedero), que no hacen sino abundar en la idea hasta
aquí expuesta, esto es, un concepto relacionado con lo inmaterial;
y lo mismo cabría decir 'sensu contrario' de los
antónimos (duradero, eterno, perdurable). Pues esa es, al menos, la opinión de un servidor y así dicho queda.
(1)
En
el último comentario
de
su blog sobre
el tema uno
aludía
con
más detalles al
tema
del pretérito
perfecto simple
y
al
pretérito
perfecto compuesto en
la nomenclatura
actual
(pretérito
indefinido
y
pretérito
perfecto a
secas en
la
terminología
antigua).
(2)
El diccionario de María
Moliner,
o las enciclopedias de
Espasa Calpe y
Larousse, entre otros,
igualmente
lo definen como
pasajero o de
muy corta duración.
(3)
La
expresión parece derivar de un verso de las Geórgicas
del poeta latino Virgilio “Sed
fugit interea,
fugit irreparabile tempus” (Pero
huye entretanto, huye irreparablemente el tiempo).
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