En el
diccionario de la RAE el verbo ofrecer
tiene múltiples acepciones (hasta 13 entradas se recogen en el
mismo), la primera de
las cuales es la de
comprometerse a dar, hacer o decir algo.
Y en ese sentido la
persona que recibe lo que se ofrece
cumple en la oración la función de
complemento indirecto, aunque
es evidente que, al ser
un verbo transitivo, el objeto del ofrecimiento obviamente es
complemento directo; por
lo tanto, cuando aquel
es un referente femenino y se
trata de un pronombre átono de tercera persona, debe decirse
siempre le(s)
y
nunca la(s):
“A su hermana le
dieron
una casa
de protección
oficial.
Es,
pues, totalmente
incorrecto en
ese caso
usar 'la',
que es un supuesto
claro de laísmo,
como en la frase “Se
preocupan por
defender a la
mujer y darla
una proyección social y cultural”. Es
el mismo caso que 'la
dije', tan
habitual en zonas de
Castilla, no obstante algunos
castellano parlantes
nos tilden
a los andaluces de que
hablamos bastante mal.
Y
es que una
necedad
siempre será
una necedad
(aunque
aquí se trate de incorrecciones
gramaticales,
porque
ambas la son),
lo
diga Agamenón
o su porquero;
o,
si lo prefieren, lo haga un
vagabundo o el presidente
del Gobierno
por
mucho que este último se supone debe
estar mejor preparado que aquel.
Lo
anterior viene
a
cuento porque hace poco oí decir al actual
director y presentador del programa de Onda Cero El
transistor (con
una amplia y dilatada carrera profesional en el mundo de la radio)
que
a cierta catedrática
la
habían ofrecido
un determinado puesto en la Real
Federación
Española de Fútbol.
El
citado locutor
(en
sus datos biográficos
se dice de él que es periodista, no que estudiara
periodismo,
que es cosa distinta)
es
sobradamente
popular
en los ambientes radiofónicos, desde
aquellos lejanos tiempos en
que dirigía El
larguero
en
la Cadena SER,
por
su más
que conocida
y polémica
rivalidad
por
aquello de los niveles de audiencia con
otro célebre
comunicador
de las ondas, José
María García (hoy
ya retirado de toda actividad relacionada con el medio y
de
quien
sí
se dice que estudió periodismo),
de cuyo programa un
servidor ha de confesar que era asiduo seguidor, lo
cual no
quiere decir que compartiera su forma de conducirlo,
por cuanto
no comulgaba
con su
estilo peculiar
de lanzar improperios
a
diestro y siniestro o de colgar
epítetos
descalificatorios
contra
todo aquel que no
estuviera
de acuerdo con
su forma de proceder y de actuar (lo
que le granjeó no pocos enemigos y alguna
que otra demanda
judicial por
difamación),
al
margen del empleo reiterado de las consabidas
muletillas
una noche sí y otra también, como por ejemplo, 'ojo
al dato',
'caducos
y trasnochados',
'tribuletes de
pesebre',
'abrazafarolas, 'correveidiles', 'chupópteros', 'lametraserillos',
'soplagaitas',
'bulto
sospechoso',
'meapilas'
y
un largo etcétera.
Por
cierto, que en la modesta opinión del comentarista, El
butanito,
que era el apodo con que se
le
conocía en
su mundo,
no tenía nada claro el uso del
pretérito
indefinido
y el pretérito perfecto, llamados
así entonces y en
la actualidad de
forma distinta, pero cuyo
cambio de denominación
en nada empece al
problema en sí.
Lo
reitera uno por aquello a
que hacía alusión con
anterioridad
de que para
muchos
castellano
hablantes
los
andaluces no hablamos
nada
bien,
criterio
con
el
que uno
no está de acuerdo en
absoluto.
Es
evidente que un
tiempo perfectivo expresa una acción terminada, un tiempo
que sitúa la acción, el proceso o el estado expresados por el verbo
en un punto anterior al momento del que
se está hablando.
El pretérito
imperfecto,
el
pluscuamperfecto o
el
anterior (este
muy poco usado en la práctica, al
igual que el futuro de subjuntivo, con excepción hecha de este
último en el País vasco)
son tiempos de pretérito, pero
ninguno de ellos son motivo de este comentario, por cuanto en
realidad su uso no
genera
muchas
dudas. Son
el
pretérito perfecto simple
en
la nomenclatura
actual
(1),
[o
el
indefinido según la terminología
antigua]
y
el pretérito
perfecto compuesto [antes
pretérito
perfecto a
secas]
los
que en realidad siguen suscitando errores
en
no pocas ocasiones por
parte de comentaristas y contertulios, incluso
de postín.
Así,
por ejemplo, no es correcto decir que 'ayer
se ha celebrado el partido de fútbol
equis', puesto
que en
su caso habría
que decir que
'el
partido se
celebró ayer'.
La
forma verbal del
pretérito perfecto se
emplea
cuando inscribimos la acción en un período de tiempo que todavía
no ha concluido, que no se ha terminado o
que llega hasta el momento actual, siendo
irrelevante que
la unidad de tiempo usada
sea
más o menos precisa; en
cambio, en el
pretérito indefinido, el periodo de tiempo ya está concluido. Así,
en el
ejemplo 'este
año ha llovido muy poco',
o
'no
he visto a Juan
desde hace un
siglo',
podemos
decir que el año o
el siglo continúa;
sin embargo, si decimos que 'el
año pasado llovió
poco',
estamos haciendo referencia a que el periodo de tiempo ya está
acabado
y
sin prolongación en el presente. En definitiva, lo
importante a tener en cuenta es saber si el período de tiempo se
prolonga o no hasta el momento actual, con independencia de su
duración.
Para
algunos entendidos
en lingüística hay unos determinados marcadores temporales que
pueden ayudarnos a saber
cuándo
se debe
emplear un tiempo u otro. A
título ilustrativo,
estos
podrían
ser algunos
de
ellos:
Para el pretérito perfecto Y para el pretérito indefinido
-
Esta mañana { * Ayer {
-
Esta tarde { * Anteayer {
-
Esta noche { * Anoche {
-
Esta semana { ha llovido mucho. * La otra noche { llovió poco
-
Este año { * La semana pasada {
-
Últimamente { * El último mes {
-
Desde hace meses { * Tres meses atrás {
(1)
El polímata venezolano Andrés Bello, filósofo, poeta, traductor,
filólogo, ensayista, educador, político y diplomático fue el
creador del término; y a quien se debe la Gramática de la
lengua castellana destinada al uso de los americanos (1847), obra
de referencia aún hoy imprescindible para los estudios gramaticales,
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