domingo, 29 de junio de 2014

A LA CAMA NO TE IRÁS. . . .

Sí, sí, cada vez tiene uno más claro eso de que a la cama no te irás o no te acostarás, o nunca te acostarás, que son otras variantes de la primera parte del refrán sin saber una cosa más; o más de una, como en el caso de un servidor. Y es que no cabe duda de que los refranes son expresiones del saber popular, lo cual no quiere decir obviamente que el pópulo tenga siempre la razón, pues a veces parece como si se dejara engañar por esos embaucadores de turno que son los políticos. Y no hace falta señalar, por cuanto un claro ejemplo han sido las últimas elecciones al Parlamento Europeo de 2014, en la que algunos nuevos partidos han conseguido un acopio masivo de votos a cambio de determinadas promesas ciertamente inalcanzables, a las que es ocioso hacer referencia.

Viene a cuento lo anterior a propósito del viaje que todos los años, al final de la primavera o a principios del verano, realiza Sínesis para sus asociados y amigos, de entre una semana y diez días de duración. Este año se llevó a cabo de nuevo una especie de Camino de Santiago, el quinto que en realidad se ha realizado ya, partiendo de Portugal por la Ruta de la Plata, siendo precisamente en tierras lusitanas donde uno se enteró de dos cosas, —en verdad fueron tres, pero una de ellas puede decirse que entra más bien en el terreno de lo utópico o de la leyenda—, que un servidor francamente desconocía.

La primera cuestión que uno aprendió en el viaje es que san Antonio, el conocido Santo de Padua, no nació en esa ciudad italiana sino en Lisboa, —de hecho en el martirologio romano se le conoce como lusitanus—, donde se le venera casi como un ídolo nacional, aparte de aliado de los enamorados como en España. Por cierto, su nombre originario tampoco fue Antonio, fue el de Fernando Martim de Bulhões e Taveira Azevedo—, como también su profesión religiosa primigenia fue la de agustino y no la de franciscano, siendo el santo que subió a los altares antes de cumplirse el año de su muerte, al igual que san Pedro de Verona. Uno desde luego, si fuera portugués, reivindicaría que se llamara san Antonio de Lisboa. Claro, que a lo mejor le pasaba como ocurre en Málaga con aquellos que inútilmente reivindicamos como festivo el día de los santos Ciriaco y Paula en su condición de patronos de la ciudad porque, aunque nominalmente dichos mártires lo sean, parece que no lo son, pues su festividad del 18 de junio, —en verdad no sabe uno qué pinta el 19 de agosto como fiesta local en la Capital de la Costa del Sol—, realmente pasa desapercibida. Por cierto, a título de ejemplo, san Vicente Ferrer —que nació en el Reino de Valencia, aunque murió en Vannes de Bretaña—, es el patrón de la Comunidad Valenciana; y san Vicente Mártir, que nació en Huesca pero murió en Valencia, es el patrón de la capital valenciana, siendo inhábiles los dos días citados en Valencia, uno como fiesta autonómica y otro como fiesta local. A ver, si la Corporación malagueña toma buena nota y coloca a los santos Ciriaco y Paula en el lugar que les corresponde como patronos de la ciudad, retornando al año 2013, que de forma excepcional volvió a ser festivo en detrimento del 19 de agosto, —este año hemos vuelto a las andadas—, desde que aquel alcalde socialista eliminó de un plumazo la fiesta local del 18 de junio en el año 1987.

Otra cosa que uno aprendió en el viaje fue la existencia de esas obras de ingeniería hidráulica que son las esclusas, de las que un servidor no había oído hablar, —ha de reconocer su ignorancia y su error, que lamenta—, pues tuvo la ocasión de pasar por ellas durante la travesía llevada a cabo contracorriente desde Porto hasta Peso da Regua por el río Duero, que fueron dos, aun cuando sean cinco las que cuenta el río a lo largo de sus 213 kilómetro de recorrido por tierras lusas; y eso que existen algunas de mucho renombre, como las del Canal de Panamá o las del Mar del Norte.

Y el tercer asunto que uno quería apuntar en este comentario es la historieta, —obviamente mitad mito, mitad leyenda—, que nos contó la guía que tuvimos en Lisboa, de cuya boca también conoció uno la realidad ya comentada de san Antonio de Lisboa. Dicha guía, quien dominaba bastante bien el español, —que no castellano—, salvo el uso del pretérito perfecto en lugar del indefinido para referirse a tiempos pasados, aseguró que cada diez mil años una mujer se queda embarazada por arte de birlibirloque, no ya a través de la inseminación artificial o de la inseminación in vitro conocidas hasta hace bien poco, sino ni siquiera por obra del Espíritu Santo, como la Virgen María. Porque la pegunta es obvia y cae de su propio peso. Si de datos escritos tan solo se tienen noticias, como pronto, desde el cuarto milenio antes de Cristo, ¿cómo se conoce esa estadística?