Según ha podido uno leer en algún medio de
comunicación escrita, el nuevo rector de la Universidad de Deusto,
el jesuita José María Guibert, que no es un cualquiera
o un don nadie —aparte,
ahí es nada, de ser Licenciado en Estudios Eclesiásticos por la
Universidad de Deusto y en Teología por la Jesuit School of Theology
at Berkeley USA, posee el título de Ingeniero Industrial por la
Universidad de Navarra y el de Doctor en Ingeniería Industrial por
la Universidad del País Vasco,
junto al Master in Business Administration in Higher Education
Management por el Institute of Education University de Londres—,
ha dicho en una entrevista concedida a la Agencia EFE que cree
que en el extranjero ven a España en este momento como una república
bananera, añadiendo que nuestro país tiene un problema
nacional de falta de ética y calidad democrática.
Se considera que la locución república
bananera fue acuñada, de forma peyorativa
obviamente, por O. Henry —seudónimo
del escritor y, dicen que excelente, cuentista
estadounidense William
Sydney Porter—,
en referencia a un país que se
considera políticamente inestable, empobrecido y atrasado, cuya
economía depende de unos pocos productos de escaso valor agregado
simbolizados por las bananas, gobernado por un dictador o una junta
militar, muchas veces formando gobiernos fraudulentamente
legitimados. Y un rasgo notable en este estereotipo de república
bananera es sin duda la corrupción,
práctica corriente en cada aspecto de la vida cotidiana, siendo
comúnmente desobedecidas las leyes del país. En la actualidad se
sigue usando la expresión para describir de manera despectiva a
ciertos gobiernos de países sudamericanos, y centroamericanos, del
Caribe, de Asia y de África. El propio Diccionario de la RAE define
el termino bananero
en una de sus acepciones, concretamente la cuarta, como dicho
principalmente de ciertos países de Iberoamérica: tercermundistas.
Pero, volviendo a las palabras de don José María
Guibert, lo peor de eso es que muchos creemos —porque
uno personalmente, desde luego, se encuentra entre ellos—
que le asiste toda la razón. Y, si no, veamos el último numerito
protagonizado por el PSOE, jaleado
cómo no por Izquierda Unida —partidos que dirigen la Junta de
Andalucía, no lo olvidemos—, en el caso de los ERE, llamado por
algunos también como
fondos de reptiles.
Porque resulta que ambos
dos partidos, que no
han dudado en criticar al PP por el bloqueo llevado a cabo para que
el Presidente del Gobierno acuda al Congreso de los Diputados a dar
explicaciones sobre los papeles de Bárcenas, se niegan a dar
explicaciones sobre los ERES falsos en el Parlamento Andaluz. Así,
en el ¡¿argumento?!
dado ad hoc
en la Diputación Permanente, para rechazar un pleno urgente sobre
los ERES irregulares de la Junta solicitado por el Partido Popular,
han esgrimido el veto del PP para debatir el caso Bárcenas en
Madrid. Es decir, que como
tu no tienes ganas de hacer caquita, yo tampoco lo hago,
aunque luego me cague
encima. Mas infantilismo no cabe, oiga.
¡Viva la
democracia y quien la trujo!,
en España, claro. Y es que no cabe duda de que nuestro país es
diferente, no en el sentido ciertamente al que se refirió Napoleón
cuando fue derrotado en la batalla de Bailen o al eslogan Spain
is different de don
Manuel Fraga, cuando tradujo la frase al inglés, siendo ministro
de Información y Turismo allá por la década de los sesenta, con el
fin de atraer turistas a una España donde no parecía existir más
que sol y naranjas, tablaos flamencos y playas paradisíacas. Ahora,
cuando ha pasado más de medio siglo desde aquella campaña
publicitaria, España sigue siendo diferente, un país aparte, que ya
en pleno siglo XXI sigue circulando en dirección contraria o a un
ritmo distinto al que ha marcado la evolución del resto de los
países del Occidente europeo, a pesar de que formemos parte de la
UE.
Bueno, hay un español que es la excepción. Porque,
como rara avis, en el seno de la UE ha surgido un nuevo Don
Quijote —bilbaíno
y político socialista para más señas—
llamado Joaquín Almunia, que se ha erigido en impulsor de
que lo que se consigue de forma ilegal, llámense subvenciones o lo
que sea, hay que devolverlo, sin hacer la vista gorda
tratándose como se trataba de perjudicar a sus compatriotas
españoles. Indiscutiblemente como principio moral y ético es un
modo de proceder irreprochable; pero, ¡hombre!, como se supone que
debe tener alguna influencia sobre los miembros de su partido, podía
mediar sobre sus antiguos colegas —los
Vera, los Barrionuevo, los Roldan, etc.—
y los actuales de los ERES de Andalucía, para que devuelvan
lo indebidamente cobrado, que parece ser no han hecho ni
tienen intención de hacer.