martes, 6 de septiembre de 2016

Y DALE CON "LOS LOSYLAS" O "LAS LASYLOS"


  Que la oratoria es un arte uno no tiene la menor duda. De hecho el Diccionario de la RAE lo define como el arte de hablar con elocuencia; y esta, a su vez, es considerada en aquel como la facultad de hablar o escribir de modo eficaz para deleitar, conmover o persuadir, definición que casi tal cual viene a coincidir con la de retórica, que es el arte de bien decir, de dar al lenguaje escrito o hablado eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover. El gran orador latino Marco Tulio Cicerón, uno de los grandes de la antigüedad en el arte citada,o en la citada arte, pero nunca en el citado arte, como en ocasiones se oye decir o se puede ver en algunos medios de comunicación–, sostenía que el orador tiene que probar, agradar y convencer; y el pedagogo hispanorromano Quintiliano llegó a afirmar sobre él que inter omnes unus excellat, es decir, que sobresalía sobre los demás. En definitiva, aparte del hecho de tratar de demostrar y persuadir, un disertador en su discurso, sobre todo si es hablado, debe esforzarse por deleitar a los que oyen o a los que escuchan, términos estos que no son sinónimos, aun cuando en realidad pueda parecerlo y en la práctica no pocas veces se confundan. No es lo mismo oír que escuchar. 
 
 Sin pretender ponerlos en parangón con el romano Cicerón o con el ateniense Demóstenes, –otro de los grandes oradores de la historia, famoso por sus célebres filípicas–, desgraciadamente los políticos españoles de hoy no son precisamente un dechado de perfección en tan difícil arte, –salvo en el apartado de las invectivas, en cuya faceta a veces, quizás demasiadas, se pasan un pelín–, pues la pureza u ortodoxia del lenguaje se la pasan por el forro de las entrepiernas. Y, si para muestra basta un botón, no hace falta más que hacer referencia al penúltimo debate de investidura, el que tenía por objeto  evitar   –y no se trata, no, de un error de dicción– formar un gobierno en España, que uno tuvo la preocupación de ver por televisión, bien es verdad que no completo del todo. Así, no faltaron locuciones, –y algunas de forma reiterada, como no podía ser de otro modo obviamente,  en la mayoría de los portavoces de la oposición–, cuales todos y todas, los españoles y las españolas, los diputados y las diputadas, los trabajadores y las trabajadoras, los abuelos y las abuelas, los gallegos y las gallegas, o las maestras y los maestros –esta vez Pablo Iglesias cambió el orden de los sexos, pero ya se sabe que, matemáticamente hablando, el orden de factores no altera el producto–, que, en opinión de un servidor, al margen de su incorrección lingüística, resultan hasta cacofónicas y disonantes
 
  Ya en algún comentario anterior un servidor se refirió de soslayo al tema del hablante cuando este alude en plural a una clase genérica de personas o seres en general, –el asunto concreto de los los y las las–, que el comentarista entiende es algo inadecuado y que, por lo tanto, debe esquivarse siempre en el lenguaje culto, salvo que nuestros representantes políticos estén exentos de su utilización, que parece ser que sí lo están. Y en tal sentido, parando mientes en esa situación, uno se va a limitar en este espacio a reseñar lo más destacable que al respecto señala el Diccionario Panhispánico de Dudas, a saber: 
 
  En los sustantivos que designan seres animados, el masculino gramatical no solo se emplea para referirse a los individuos de sexo masculino, sino también para designar la clase, esto es, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos…. Así, con la expresión "los alumnos" podemos referirnos a un colectivo formado exclusivamente por alumnos varones, pero también a un colectivo mixto, formado por chicos y chicas. A pesar de ello, en los últimos tiempos, por razones de corrección política, que no de corrección lingüística, se está extendiendo la costumbre de hacer explícita en estos casos la alusión a ambos sexos…. Se olvida que en la lengua está prevista la posibilidad de referirse a colectivos mixtos a través del género gramatical masculino, posibilidad en la que no debe verse intención discriminatoria alguna, sino la aplicación de la ley lingüística de la economía expresiva... (Sin embargo, uno tendría que añadir aquí que curiosamente no existe inconveniente alguno en referirse, -incluso por las propias féminas-, a la médico o la juez, por ejemplo, cuando ya  es del todo correcto hablar de la médica o la jueza).  Solo es necesaria  la presencia explícita de ambos géneros, -añade la RAE-,  cuando la oposición de sexos es un factor relevante en el contexto, como en las frases “La proporción de alumnos y alumnas en las aulas se ha ido invirtiendo progresivamente”; oEn las actividades deportivas deberán participar por igual alumnos y alumnas”
 
  Pues eso; he who is able to receive this, let him receive it, id est, qui potest capere capiat, (Mt. 19-12), o séase, que al buen entendedor. . .

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