viernes, 25 de noviembre de 2016

TÓ ER MUNDO É GÚENO


En la modesta opinión de un servidor, no tó er mundo  é güeno, como sensu contrario reza el título de la famosa película de Manolo Summers, hasta el año 1982 –dicen– el film más taquillero del cine español. Y desde luego, si antes uno podría tener alguna duda dello, a partir del 23 de noviembre de 2016 ya no tiene ninguna. Y, por qué dice eso el comentarista. Pues porque en esa fecha, en que se produjo el fallecimiento por infarto de miocardio de la conocida política valenciana Rita Barberá (en esos momentos senadora por designación autonómica en las Cortes Generales españolas, dato este importante por lo que se dirá después), los diputados de Unidos Podemos se negaron a secundar el minuto de silencio, que, por decisión de la presidenta del Congreso, Dª Ana Pastor, se llevó a cabo en el Congreso de los Diputados en recuerdo de la ex alcaldesa de Valencia. Los impresentables Pablo Iglesias, Íñigo Errejón y Alberto Garzón (es una lástima que este último sea casi paisano de un servidor) justificaron su actitud en que la senadora (ya que todavía lo era a la hora de fallecer) no merecía un homenaje por parte de la Cámara porque había sido una corrupta.

Un líder político puede ser de extrema izquierda, pero lo que no puede ser nunca, o no debería serlo, es de extrema incoherencia; mucho menos ser falso y embustero, pues ya se sabe aquello del "mentiroso y el cojo". Lamentamos la muerte de Barberá pero no podemos participar en un homenaje político a alguien cuya trayectoria está marcada por la corrupción, explicó Pablo Iglesias. Respeto y condolencias en el ámbito privado pero no participamos en el homenaje político póstumo en sede parlamentaria a Rita Barberá, afirmó Errejón. Hacer un minuto de silencio en el Congreso por la muerte de Rita Barberá es un homenaje a su trayectoria, sostuvo Garzón, quien en el colmo de la desfachatez añadió que con Labordeta se propuso y la Mesa del Congreso lo desestimó; por eso no hemos compartido esa decisión política y hemos optado por marcharnos. Habría que decirle, eso sí, a este último que lo de querer justificar tan despreciable actitud en que con el desaparecido José Antonio Labordeta no se hizo lo mismo es mear fuera del tiesto y mentir descaradamente; sí, porque el conocido cantautor zaragozano –repase las hemerotecas, sr. Garzón– no era diputado cuando falleció en 2010, pues su representación en la Chunta Aragonesista tuvo lugar en las VI y VII legislaturas, que transcurrieron –recuérdelo, sr Garzón– entre el 27/3/1996 al 4/4/000 y desde el 5/4/2000 al 1/4/2004, respectivamente. Pero es que, además, Labordeta sí tuvo su homenaje espontáneo en el Congreso –infórmese mejor, sr. Garzón–, cuando el diputado de Izquierda Unida, el ampulosamente retórico Gaspar Llamazares, al iniciar una intervención parlamentaria tuvo un emocionado recuerdo para un gran diputado, gran compañero y gran persona que nos ha dejado, arrancando el aplauso de los diputados que en ese momento lo escuchaban desde sus escaños.

No es preciso recordar que Dª Rita Barberá rigió los destinos del Ayuntamiento de Valencia nada menos que veinticuatro años (entre 1991 y 2015, ganando las elecciones por mayoría absoluta en 1995, 1999, 2003, 2007 y 2011), aparte de haber sido diputada por su ciudad en las Cortes valencianas (entre 1983 y 2015); lo de ser senadora desde el 2015 hasta su fallecimiento casi entra en el terreno de lo anecdótico. Y en el plano intelectual no debió ser ninguna analfabeta, (conviene decirlo abiertamente y sin ambages, porque lamentablemente en nuestro país tenemos muchos políticos, quizás demasiados, que no saben hacer la “o” con un canuto), pues era licenciada en Ciencia Políticas, Económicas y Empresariales por la Universidad de Valencia y en Ciencias de la Información en la rama de Periodismo por la Complutenses de Madrid.

Con toda seguridad, en su época al frente del Ayuntamiento de la capital del Turia, cometería algunos, o puede que incluso muchos, errores; pero algún acierto, probablemente más de uno, quizás también tuvo. Pero eso es lo de menos; lo de más es que, con sus virtudes y defectos, era un ser humano. Por eso negarse a guardar un simple minuto de silencio (que en modo alguno puede considerarse un homenaje, pues como tal debe entenderse, sépanlo tan doctos personajes, el acto o serie de actos que se celebran en honor de alguien o de algo) en memoria de una compañera de trabajo (pues las Cortes era el suyo, no lo olvidemos) fue una mayúscula falta de respeto, haciendo abstracción de que acusarla de corrupción es todo un dislate jurídico, puesto que hasta ahora no había sido (ni lamentablemente para aquellos personajillos podrá serlo ya, a tenor de lo establecido en el art. 130 del Código penal) condenada ni por eso ni por nada. Por cierto, ¿lo de guardar un minuto de silencio no se hace, por ejemplo, en un partido de fútbol por el fallecimiento de un futbolista o hasta por un directivo de un determinado equipo?

A cierto comentarista lo oyó decir un servidor en cierta ocasión (opinión que comparte uno en su totalidad) que desde que aterrizó la señora poseída por el diablo llamada Democracia, esta se convirtió en una leprosería política. Y Josep Pla, considerado de forma unánime como el prosista más importante de la literatura catalana contemporánea, llegó a afirmar que la izquierda ha hecho siempre lo mismo: su aberración de la realidad del país la mantiene, como siempre, en su ignorancia antediluviana; y se le atribuye la frase (bien es verdad que dicha en otro contexto, cual fue refiriéndose al nacionalismo) que un pedo a todo el mundo le huele mal, menos al que se lo tira.
 
Pues eso.



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