sábado, 3 de junio de 2017

LA RAE, UNA DE CAL . . .

  Un servidor reconoce que, como enamorado del lenguaje, tiene una especial monomanía en contra del mal hablar y obviamente del mal escribir, porque hoy día no se hace bien ni lo uno ni lo otro, siempre por supuesto de acuerdo con las normas que la RAE dicta ad hoc.

  En el caso de los medios de comunicación escritos, por ejemplo, no hay forma de que estos dejen de acentuar los pronombre demostrativos o el adverbio solo, a pesar de que la RAE dijo ya hace tiempo (con razón o sin ella, pero es el organismo que, en opinión de uno, tiene la autoridad en la materia, lo mismo que en la cuestión de gobernar la tiene el poder ejecutivo o en la de aprobar leyes la tiene el poder legislativo) que no debe hacerse. Y eso que el comentarista no para de darles caña, pero no hay manera; que si quieres arroz, Catalina. Conviene recordar que, sobre los primeros dice textualmente el Diccionario Panhispánico de Dudas que sea cual sea la función que desempeñen (ya se sabe que pueden ser pronombres cuando ejercen funciones propias del sustantivo, o adjetivos cuando modifican al sustantivo), los demostrativos este, ese y aquel, con sus femeninos y plurales, siempre son tónicos y pertenecen, por su forma, al grupo de palabras que deben escribirse sin tilde según las reglas de acentuación: todos, salvo aquel, son palabras llanas terminadas en vocal o en -s y aquel es aguda acabada en -l. Por lo tanto, solo cuando en una oración exista riesgo de ambigüedad porque el demostrativo pueda interpretarse en una u otra de las funciones antes señaladas, el demostrativo llevará obligatoriamente tilde en su uso pronominal, como en la frase ¿por qué compraron aquéllos/aquellos libros usados?, en la que aquellos llevará tilde únicamente si se refiere al sujeto de la oración, que no está expreso; pero nunca la llevará si se hace referencia a los libros en sí. (Evidentemente las formas neutras de los demostrativos, es decir, las palabras esto, eso y aquello, o sus respectivos plurales, que únicamente pueden funcionar como pronombres, deben escribirse siempre sin tilde). Y lo mismo cabe decir del término solo, sea este (este sin tilde, claro está) adjetivo o adverbio; únicamente, cuando dicha palabra pueda interpretarse en un mismo enunciado como adverbio o como adjetivo, se utilizará obligatoriamente la tilde en el uso adverbial para evitar ambigüedades, como en la frase Estaré sólo/solo un mes, que la llevará si se ha querido decir solamente; pero no, si se ha pretendido aludir a estar en soledad.
 
 Acerca del lenguaje oral uno no va incidir, porque ya dedicó uno de sus comentarios al tema del plural en los casos en que el orador, normalmente de izquierdas, se refiere a ambos sexos, en una ideología exagerada de feminismo mal entendido, que aboga porque las mujeres deben tener los mismos derechos que el hombre, algo que un servidor no discute en absoluto. Según la RAE, existe la llamada ley lingüística de la economía expresiva, que difiere mucho con lo de empecinarse en ver en ello una aviesa y torticera intención discriminatoria; en ocasiones incluso, expresión de tal calado puede resultar barriobajera y chabacana, como cuando se alude a los parados y las paradas, por citar un caso concreto. Si alguien  quiere expresar, por poner otro ejemplo, que el perro es un animal de compañía, ¿es más correcto y elegante decir que el perro y la perra lo son? Pues el caso viene a ser, si no exactamente igual, sí muy parecido.
 
 Simplemente un servidor va a hacer referencia al nuevo Secretario General del PSOE, (bueno, nuevo no, porque incomprensiblemente repite cargo en el partido), quien tras su triunfo, al dirigirse en su primera comparecencia a sus partidarios que lo habían elegido, (al cumplir la función de complemento directo, es más correcto decir lo que le habían elegido, cual se suele decir también habitualmente, bien es verdad que, debido a su extensión entre hablantes cultos y escritores de prestigio, su uso se admite por la RAE), aludió a los afiliados y las afiliadas, los apoderados y las apoderadas, los candidatos y las candidatas, los compañeros y las compañeras, los hijos y las hijas, los interventores y las interventoras, o juntos y juntas, todos y todas, y vosotros y vosotras (y en todos los casos insistió dos veces por lo menos, salvo en el primero y cuarto que lo hizo hasta en SIETE y NUEVE ocasiones respectivamente). Todo en muestrario de lo que no debe hacerse, máxime si se hace por alguien que aspira a presidir el Gobierno de España


















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