domingo, 28 de octubre de 2018

LATINISMOS, SÍ; LATINAJOS, NO

 'Non nobis, Domine, non nobis, sed nomine tuo da gloriam'. Así es como rezaba, de forma incorrecta en opinión de un servidor, la letra de una de las composiciones que cantamos los componentes del coro compuesto por unas 130 persona, que se había formado para el acto solemne de la beatificación del jesuita Tiburcio Arnaiz celebrado en Málaga el 20 de octubre de 2018. Y no debió tratarse tan solo de un error de transcripción en la partitura (inadmisible en cualquier caso, porque tales aspectos hay que cuidarlos con mas detalles), puesto que también figuraba de ese modo en el opúsculo que se editó para la ocasión en el apartado relativo a la presentación de las ofrendas dentro del epígrafe IV dedicado a la Liturgia eucarística.

 Y, ¿por qué manifiesta uno que la letra de la citada composición no era correcta? Pues sencillamente porque aquella es la transcripción literal de un salmo, en concreto el 113.9, que en su traducción española dice que 'no a nosotros, Yavé, no a nosotros, sino a tu nombre has de dar gloria'. Por ende, tanto las expresiones 'a nosotros' como 'a tu nombre' en su versión latina tienen que ir en dativo ('nobis' y 'nomini tuo' respectivamente), puesto que las dos citadas locuciones cumplen en la oración la función de complemento indirecto; en consecuencia obviamente jamás deben ponerse en ablativo (cual es el caso de 'nomine', si no ha variado la gramática latina, pues tal como está el patio todo ha podido suceder), que en los tiempos de estudiante de un servidor estaba reservado para el complemento circunstancial. Pero, además, hay que significar que el texto de la composición inglesa originaria, escrita en ese idioma por el músico escocés Patrick Doyle para la película Enrique V, habla de 'Not to us, o Lord, but to your name be the glory, es decir, que en ella se mantiene la estructura del mencionado salmo sin variar ni un ápice: el llamado objeto indirecto con la preposición 'to'.

  Lógicamente el comentarista aboga por el empleo de citas latinas en un discurso escrito (no digamos nada en una disertación oral, bien es verdad que por desgracia ya quedan muy pocos oradores que hablen sin leer; porque lo de hacerlo sin guion en el sentido de sinopsis (1), salvo raras excepciones, es algo que raya en la utopía), por ser un síntoma evidente o sinónimo claro de erudición, siempre que aquellas sean auténticos latinismos y no simples latinajos, o sea, dichos latinos malos y macarrónicos al decir de la RAE, ya que en tal hipótesis produce el efecto contrario, es decir, dan muestras inequívocas de un desconocimiento absoluto de nuestra lengua madre, la que de forma triste y lamentable por desgracia se ha ido dejando de lado de forma paulatina en la formación académica de nuestros estudiantes, másteres y doctorados aparte (con o sin plagio), que es otro tema. Es el caso de 'urbi et orbe', por ejemplo, del que uno forzosamente no puede hacer abstracción por ser el más socorrido (hay muchos más, pero estos ahora no atañen a la cuestión), empleado de esa guisa hasta la saciedad en medios de comunicación audiovisuales por bastantes articulistas de supuesto prestigio y/o hasta por tertulianos de hipotético postín, que evidentemente tan solo lo son en teoría o únicamente de boquilla.

  Y es que, a propósito de la susodicha expresión, un servidor no puede por menos de traer a colación de nuevo (ya lo hizo en otro de sus comentarios anteriores) al absurdo intercambio epistolar, o a esa especie de 'diálogo de besugos', que tuvo hace cierto tiempo con cierto columnista de prensa de Málaga (2) porque este, a quien un servidor le recriminó que no la empleara de forma correcta (o sea, 'urbi et orbi', pues él efectivamente había escrito 'urbi et orbe'), no tuvo otra salida que decir que es que Pío Baroja la usaba así, argumento en extremo inconsistente por infantiloide, por cuanto el célebre novelista vasco, que a buen seguro tendría mayores conocimientos en otras ramas del saber (posiblemente en la medicina, como médico que era), no tenía por qué saber latín, aun cuando también está por ver si aquellos no eran vastos, sino más bien bastos; los mismos, a la vista está, que tenía sobre la lengua del Lacio, pues algunas crónicas hablan de que no fue muy buen estudiante que digamos. De todas formas, al margen de que no admite ninguna duda de que los vocablos 'urbs/bis y orbis/is' pertenecen a la tercera declinación latina (perdón por la pedantería) y, por consiguiente el dativo de ambos son 'urbi' y ''orbi' (3), para más inri y a mayor abundamiento la indubitada locución está recogida como frase hecha en el diccionario de la RAE. Lo lamenta uno por los dos citados escritores (el malagueño y el vascuence), al igual que por todos aquellos que se empecinan en hacer un uso inadecuado del latín sin tener ni pajolera idea de lo que hablan o escriben. Así de sencillo.

  Por cierto, en el opúsculo a que antes se ha hecho referencia aparece escrita hasta en seis ocasiones la frase 'te rogamos audinos' (sic), cosa que a un servidor le ha llamado poderosamente la atención, porque en los tiempos en que uno estudiaba humanidades en el Seminario (cosa que, por supuesto, siempre ha llevado y lleva a gala) se escribía 'te rogamus audi nos; y, 'obiter dictum' (que no puede ser considerado como un extranjerismo, porque igualmente consta en el léxico de la Real Academia) sigue figurando todavía así, que uno sepa, en los textos litúrgicos vigentes. Y es que estas cosas el comentarista piensa que hay que cuidarlas un poquito más.


(1) La palabra guion, en sus múltiples acepciones recogidas en el diccionario de la RAE, según la nueva Ortografía de la lengua española ha de escribirse siempre sin tilde, aunque para una parte de los hispanohablantes (los que articulan con un hiato las secuencias vocálicas que contienen) estas voces sean bisílabas en su pronunciación ($ 3.4.1.1). Es una situación parecida, en cuanto a la secuencia vocálica ai del apellido Arnaiz, que es palabra aguda terminada en z, aunque habitualmente se pronuncie como llana.
(2) Uno cree recordar que escribía en La Opinión.
(3) No hace falta recordar que la locución significa a la ciudad (de Roma) y al mundo entero, que se emplea en referencia a la bendición papal que se extiende a todo el mundo, o a los cuatro vientos o a todas partes.

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