jueves, 9 de febrero de 2017

DIÉRESIS, SINALEFAS Y SINÉRESIS

La palabra arte –que etimológicamente procede de la voz latina ars/tis, cuya traducción es simplemente habilidad o talento, y que a su vez procede del término griego τέχνη– en la primera acepción del diccionario de la RAE se define como la capacidad o habilidad para hacer algo; luego, en su segunda entrada se indica que es la manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros. De ahí que podamos deducir que un zapatero, un armador de barcos, un orfebre, etc., son todos artistas en la medida en que su trabajo consiste en una técnica o una capacidad para producir algo que anteriormente no existía. 
 
El arte, pues, puede estar relacionado con cualquier clase de actividad humana. Pero, cuando se habla de las artes bellas o las bellas artes, es de suponer que nos estamos refiriendo a ciertas artes a las que les añadimos un determinado plus; de ahí que en el diccionario de la RAE se diga en concreto que es el conjunto de las que tienen por objeto expresar la belleza. Y tradicionalmente, desde el siglo XVIII al menos, se consideraban como tales a la arquitectura, la escultura, la pintura, la música y la poesía. Posteriormente se incluyeron también en dicha nómina a la danza y el cine, (de hecho a este último se le denomina el séptimo arte), pues el intento de incluir entre ellas a la elocuencia al fin no cuajó. De todas formas la RAE, que hasta la XXII edición del diccionario incluía como tales a la pintura, la escultura, la arquitectura y la músicaolvidaba ya, como se ve, a la poesía–, en la actualidad ha excluido también de tan honorífica mención a la arquitectura, no se sabe bien si adrede o a propósito, porque es verdad que hoy día los arquitectos demuestran poca imaginación a la hora de diseñar los edificios modernos en nuestros pueblos y ciudades.

Centrando la atención en el caso de la poesía en un sentido amplio, es decir, en el de la literatura en general, podemos decir que es –siempre siguiendo a la RAE, como uno suele hacer– la manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra, sea en verso o en prosa. Y ya, ciñéndonos al motivo que ha dado pie a un servidor a pergeñar este concreto comentario, por verso hemos de entender la palabra o conjunto de palabras sujetas a medida y cadencia, o solo a cadencia, por contraposición a prosa, esto es, la forma de expresión habitual, oral o escrita, no sujeta a las reglas del verso. De ello se colige, como así también lo aprendió uno en el colegio, que el verso ha de someterse a unas determinadas normas, cuales son el ritmo y la rima; en definitiva lo que se conoce como métrica, que hoy obvian o pasan por alto tantos y tantos aficionados a poetas, que no son más que auténticos poetastros.

En todo caso, haciendo abstracción aquí de la rima, –para un servidor imprescindible también en cualquier clase de versos dentro de una estrofa, sea aquella en consonante o asonante–, el ritmo es igualmente fundamental en todo tipo de verso. Ya se sabe que este, si termina en palabra esdrújula, debe tener una sílaba más, de la misma forma que, de acabar en aguda, debe contener una sílaba menos. Pero, a su vez, el poeta dispone de una serie de recursos, –las llamadas licencias poéticas–, que básicamente son la sinalefa (unión en una única sílaba de dos o más vocales contiguas pertenecientes a palabras distintas), la diéresis o dialefa (pronunciación en sílabas distintas de dos vocales que normalmente forman diptongo) y la sinéresis (reducción a una sola sílaba, en una misma palabra, de vocales contiguas que normalmente se pronuncian en sílabas distintas).

En esta ocasión uno ha querido parar mientes en una estrofa de un pequeño libro –pequeño en cuanto a volumen, pero bastante grande en su contenido– que está a punto de sacar a la luz el buen amigo y mejor poeta José Luis Serrano López. Dicho libro consta de 69 décimas, –o espinelas, como asimismo se conoce a esa clase de estrofa–, dedicadas a Belén, el belén y todo lo que ello significa y ha significado para él a lo largo de la historia; de hecho lo ha titulado Mito y Misterio en Belén. Y el comentarista ha querido trascribir aquí la n º 51, –que alude sin duda al momento en que el autor estudiaba en el seminario allá en Uclés–, porque en ella se pueden apreciar claramente varios ejemplos de sinalefa, al igual que uno de diéresis y otro de sinéresis; y que reza así:

 Entre exámenes escritos
se preparaba el Adviento.
Anunciaban el momento
del misal los intröitos.
Blanco coro de angelitos
del cielo pedía rocío
y el triste campo baldío
ver de los tiempos la aurora.
La campana retadora
lanzaba su canto frio.

Quede a curiosidad del lector comprobar por sí mismo cada una de las licencias poéticas citadas.

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