viernes, 23 de mayo de 2014

REQUIEM AETERNAM

Un servidor reconoce que no está en condiciones de establecer la diferencia conceptual entre el refrán, el dicho o el proverbio, puesto que por el primero se entiende, siempre según el Diccionario de la RAE, el dicho agudo y sentencioso de uso común, del segundo dice que es la ocurrencia chistosa y oportuna, —obviamente en su acepción más apropiada al caso, por cuanto admite otras totalmente distintas, mientras que el tercero lo define como sentencia, adagio o refrán. Y, por lo que respecta a los términos sentencia y adagio que inserta en la definición postrera, —la de refrán ya ha sido transcrita—, uno no se va a meter en más berenjenales, para no enredar más el asunto, habida cuenta de que por aquélla se entiende el dicho grave y sucinto que encierra doctrina o moralidad; y, por éste, la sentencia breve, comúnmente recibida, y, la mayoría de las veces, moral.

En todo caso, yendo al grano de la cuestión que aquí y ahora interesa, resulta que el hombre propone y Dios dispone, por supuesto exagerando un mucho la nota, ya que la frase, tomada, al parecer, de la obra imitación de Cristo del canónigo agustino alemán Thomas van Kempen, viene a expresar el sentido de la existencia, según el cual nuestros propósitos dependen de la voluntad divina, que no es el caso; ni tampoco, claro está, al sentido que le diera Catón el Viejo a la expresión los hombres de Roma gobernamos el mundo, pero las mujeres nos gobiernan a nosotros, que dio génesis a otra variante del refrán, dicho o proverbio el hombre propone y la mujer dispone. Vaya esto como excusa a la promesa incumplida de haberse tomado uno un descanso.

Por seguir con los refranes, dichos, adagios, sentencias o proverbios, uno es genio y figura hasta la sepultura, pues el talante individual, sea el que fuere, se mantiene inalterable desde el primer llanto hasta el último suspiro, por no decir también que yo soy yo y mi circunstancia y, si no la salvo a ella, no me salvo yo, que diría el gran Ortega y Gasset, exponente principal de la teoría del perspectivismo, o doctrina según la cual la realidad solo puede ser interpretada desde un punto de vista o perspectiva, porque para más inri a un servidor le han dado de nuevo donde casi más le duele, esto es, el mal uso del lenguaje, aunque en la presente situación se trate del latín.

Viene a cuento tan prolijo prolegómeno como consecuencia de una esquela ciertamente ya añeja, puesto que la persona a la que hacía referencia la misma, falleció en el año 1994—, pero que ha llegado a conocimiento de un servidor hace muy escasas fechas. En dicha esquela, relativa al primer aniversario de la muerte del personaje, muy conocido en el ambiente de la set jet marbellí, se invitaba a su familia y a sus amigos que lo quisieron a la celebración de una misa en la parroquia de la Encarnación de Marbella. Mas lo noticiable no es en sí el contenido de la invitación al funeral, sino el texto latino que figuraba debajo de su nombre y título nobiliario, que rezaba —nunca mejor dicho en este caso el verbo empleado y ad pedem litterae, para no desentonar con el motivo del presente comentariolux perpetuam luce ad dei, que se supone debe ser una versión sui generis de lux perpetua luceat ei tomado del introito requiem aeternam de la misa de difuntos, pero que se parece bien poco y cuya literalidad a uno se le antoja de imposible traducción evidentemente.

. Para el comentarista es poco comprensible que la aportación del latín haya dejado de ser imprescindible en el estudio de las Humanidades, no solo porque es el origen de la mayoría de las lenguas romances europeas, entre ellas los idiomas hablados en España, llámense castellano, asturleonés, gallego o aragonés, sin excluir el catalán y el resto de variedades dialectales, caso del valenciano, balear o andaluz, sino porque, además, en opinión de uno el latín, al igual que las matemáticas, ayuda al estudiante a discurrir. En todo caso, desde luego, si las frases latinas no se saben utilizar de forma conveniente, es preferible no hacerlo porque, en vez de revelar una cierta dosis de preparación y de elevada cultura, producen el efecto contrario. Pero, claro, si un articulista periodístico defendió hace tiempo frente a un servidor, con el que uno tuvo un rifirrafe dialéctico, el empleo de urbi et orbe —a mayor abundamiento, en su forma correcta se recoge como frase hecha en el Diccionario de la RAEcon el escuálido argumento de que así lo usaba Pío Baroja, —lo cual tan solo demostraría, aunque es bastante dudoso fuera así, que no sabía latín, apañados estamos.

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