domingo, 15 de julio de 2018

¿NO DECIR "SÍ" ES DECIR "NO"?

  El comentarista oyó decir hace poco a la egabrense Dª María del Carmen Calvo Poyato (más conocida como Dª Carmen Calvo, actual Vicepresidenta del Gobierno y Ministra de la Presidencia, de Igualdad y de Relaciones con las Cortes), a propósito de la pretendida reforma del Código Penal y de la Ley de Enjuiciamiento Criminal respecto a los delitos relacionados con el sexo, que "si una mujer no dice 'sí' expresamente, todo lo demás es 'no'". Y la buena señora se ha quedado tan a gusto, como si hubiera descubierto la pólvora o la penicilina. Menos mal que no es bueno que ella las descubriera; como tampoco lo es igualmente que no haya ejercido mucho tiempo la docencia (en su curriculum figura la de doctora en Derecho Constitucional por la Universidad de Córdoba, de cuya materia es profesora titular en excedencia), porque un servidor no le rendiría las ganancias a sus alumnos, los futuros profesionales del Derecho.
 
 Y es que en la vida, en este mundo nuestro tan complicado, las cosas no pueden llevarse a una simplicidad tan extrema. Uno recuerda haber aprendido, cuando estudiaba Filosofía en sus años mozos allá en el Seminario, que la negación de un término implica per se la afirmación de su contradictorio, pero nunca jamás la de su contrario. Si alguien, pongamos por caso, dice de cualquier objeto que este no es blanco, no está diciendo que necesariamente tenga que ser negro, porque caben matices, o sea, que puede ser verde, rojo o amarillo, por ejemplo.
 
 Es verdad que la idea que subyace en el fondo de la propuesta de Dª Carmen de que los tipos penales no pueden ponerse en riesgo a través de la interpretación de los jueces (así parece que lo ha planteado en la Comisión de Igualdad del Congreso) no está mal del todo como punto de partida; pero no cabe duda de que al final el juez tiene que entrar a valorar la conducta concreta de la persona, máxime en ese tipo de delitos donde la gama es bastante amplia y en los que las circunstancias agravantes y, en su caso, las atenuantes pueden jugar un papel de cierta relevancia a tener en consideración a la hora de la condena. En tal sentido, una destacada jurista de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid ha precisado (criterio que uno comparte en toda su extensión) que es imposible lo manifestado por la Sra. Calvo en cuanto a que los tipos penales no sean interpretables.

 En todo caso, y en el colmo del dislate, a juicio de un servidor la Sra. Calvo se ha pasado un pelín cuando se ha referido después al tema del lenguaje. Porque se ha publicado que ella (quien sostiene, al parecer, que las señoras tienen que ser caballeras, quijotas o manchegas) ha encargado a la Real Academia de la Lengua un estudio sobre la adecuación de la Constitución española a un lenguaje 'inclusivo', que en abstracto uno la verdad no sabe lo que ha querido decir con eso, si bien parece que se trata de incluir en ella a las mujeres, porque en su opinión tenemos una Constitución en masculino, de ministros y diputados, que se corresponde a hace 40 años. Según sus palabras, cuando este Gobierno fue a la toma de posesión, a algunas nos costaba trabajo prometer como ministros, fundamentalmente porque somos 'ministras', conclusión a la que el comentarista ignora cómo ha podido llegar porque, que uno sepa, la palabra ministra está admitida en el diccionario de la RAE. (Por cierto, todavía existen bastantes féminas que se dedican a la medicina que se siguen llamando a sí mismas médicos y no médicas).
 
 Una cosa es querer luchar por la igualdad de sexos (que no de géneros, Sra. Calvo), a todas luces loable; y otra muy distinta pretender sacar la cosas fuera de contexto, apoyándose en un falso feminismo, so pretexto de un lenguaje supuestamente masculinista (1) que en modo alguno se sostiene. El hecho de que, según Dª Carmen, la Carta Magna nombre 23 veces a los españoles y ninguna a las españolas, 34 a los diputados y ninguna a las diputadas, 9 a los ministros y ninguna a las ministras o 7 a los trabajadores y ninguna a las trabajadoras (uno no los ha contado, pero eso es lo de menos), nada tiene que ver con la cuestión. Claro, que como su jefe, el presidente Pedro Sánchez, es un experto y consumado especialista en eso de usar de forma inadecuada el plural para referirse a ambos sexos (casos de amigos y amigas, compañeros y compañeras, parados y paradas, etc., que suena horriblemente mal), pues así nos va. Y conviene recordar una vez más que la RAE ya tuvo oportunidad de pronunciarse al respecto, diciendo que los nombres apelativos masculinos, cuando se emplean en plural, pueden incluir en su designación a seres de uno y otro sexo, añadiendo que en los últimos tiempos, por razones de corrección política, que no de corrección lingüística, se está extendiendo la costumbre de hacer explícita la alusión a ambos sexos, olvidando que en la lengua está prevista la posibilidad de referirse a colectivos mixtos a través del género gramatical masculino, posibilidad en la que no debe verse intención discriminatoria alguna, sino la aplicación de la ley lingüística de la economía expresiva (2).

 ¡Ah! La Sra. Calvo ha puesto especial énfasis en precisar que el objetivo del Ejecutivo está en la devolución de las competencias del tema a los Ayuntamientos. Y uno de forma ingenua pregunta a la Sra. Calvo si eso va a servir para desterrar la violencia de sexos, tanto masculina como femenina, (que alguna también hay, aunque menos) de una puñetera vez.


(1) El palabro curiosamente no existe en el diccionario, aun cuando uno lo ha empleado para que haga juego con el de feminismo.
(2) A mayor abundamiento desde la RAE ya han avisado que no se puede pretender adaptar la realidad del lenguaje a los intereses políticos.

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