El día 6 de setiembre
de 2013 aparecieron publicados al alimón en el BOE y en el
BOJA los Reales Decretos 666/2013 y 667/2013 de la Presidencia del
Gobierno por los que, respectivamente, se declaraba el cese a
voluntad propia de D. José A. Griñán Martínez como Presidente de
la Junta de Andalucía y se nombraba Presidenta de dicha Junta,
elegida por el Parlamento de Andalucía, a Dª Susana Díaz Pacheco.
Ambas disposiciones estaban refrendadas, junto a la del Rey, por la
firma de Dª Soraya Sáenz de Santamaría Antón como Presidenta
del Gobierno en funciones.
Si por algunos
políticos de la oposición se ha criticado el modus eligendi
en sí mismo por considerarlo un fraude y una farsa, ciertos
compañeros de partido de la Presidenta electa—
en principio designada por el dactilómetro de su
antecesor en el cargo— no
han tenido reparo alguno en elogiar la figura de aquélla por su
gran capacidad, bien es verdad que no se sabe si se referían a
la de medrar o a cualquier otra, porque la intelectual parece
deja mucho que desear; al menos, así se desprende del hecho de que
tardara diez años —de
hecho tal circunstancia
fue objeto de comidilla previa en las tertulias
radiofónicas y televisivas— en
terminar la carrera de Derecho.
.
Un servidor sostiene
la rara teoría de que los abogados, —o
los licenciados en Derecho, al igual que
que los jueces, los fiscales o los secretarios judiciales—,
se supone que antes que nada son letrados, es decir,
personas sabias, doctas e instruidas, según la primera
acepción que del vocablo se recoge en el Diccionario de la Lengua
Española. Y, por ello, uno piensa que tales profesionales en sus
alocuciones o escritos —lógicamente
es una opinión— no debieran emplear términos no
admitidos por la RAE o expresiones que dicho Organismo, que
obviamente es el que posee la autoridad en la materia, considera que
no son correctas o son inapropiadas.
Viene esto a cuento
porque he tenido la oportunidad y la paciencia de leer los discursos
de investidura y de toma de posesión de la flamante
Presidenta de la Junta de Andalucía, en los que a simple vista se
puede detectar, al margen de la inclusión de palabros no recogidos
en el Diccionario, —tales
como intermodalidad, cortoplacista, culpabilización o
empleabilidad, haciendo
abstracción de otros como sostenibilidad
o progresividad,
por el hecho de estar propuestos para ser incluidos en la próxima
edición de dicho Diccionario—, locuciones como sociedad
inclusiva, ya que, si al adjetivo en cuestión no se le añade
algo, es difícil saber lo que se ha querido predicar del
sustantivo al que acompaña; u otras cuales por razón del
género, igualdad de género o violencia de
género, expresiones que no
son correctas, pues no hace falta recordar que las palabras
tienen género y no sexo, mientras que los seres vivos
tenemos sexo y no género al decir del Diccionario
Panhispánico de Dudas; y, cómo
no, esa fea costumbre —política, sindical y hasta legislativa,
que no lingüística— ya generalizada, de citar el sexo masculino
y femenino al aludir en plural a determinados colectivos,
concretamente hijos e hijas, niños y niñas,
todos y todas, aquellos otros y aquellas otras, ciudadanos y
ciudadanas, compañeros y compañeras o andaluces y
andaluzas, algunas citadas varias veces, caso de la última, que
es empleada hasta en seis ocasiones.
Por cierto, he omitido
adrede expresiones tales como riego de exclusión social o
medidas con ésta, por entender que se ha debido más bien a un
error de transcripción en tanto en cuanto por el contexto parece se
quiso decir riesgo de exclusión social o medidas como
ésta. Eso sí, como lo cortés no quita lo valiente, es
de justicia destacar que dentro del primer discurso aparece una
bella y poética frase referida a Andalucía, de la que dijo que es
la única región de Europa que se baña en el Atlántico y en el
Mediterráneo.
No quisiera dar por
concluso este comentario sin hacer una breve apostilla al tema, al
que me refería al principio, sobre la elección de la nueva
Presidenta de la Junta de Andalucía, que ha originado la censura de
la oposición y ha suscitado también no poco debate por parte de
analistas políticos y tertulianos. Pero de eso hablaremos otro
día.
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