domingo, 20 de mayo de 2018

CANDIDATABLES

  En diferentes ocasiones un servidor se ha referido en sus comentarios a la facilidad que existe en ambientes más o menos cultos para inventar palabras que no están recogidas en el diccionario de la RAE, es decir, palabros para ser más exactos y hablar con propiedad, que en términos coloquiales también pueden llamarse palabrotas, aunque pueda parecer un tanto exagerado. Sin ir más lejos, en uno de sus artículos de la serie dedicados a la polémica sentencia del conocido caso de La Manada (todo un ejemplo de lo que no debiera ser una resolución judicial desde el punto de vista gramatical y sintáctico) hacía alusión a unos cuantos, entre ellos el verbo timbrar en el sentido de tocar el timbre porque, si bien es cierto que dicho verbo existe como tal, su definición en términos exactos es la de poner el timbre en el escudo de armas o estampar un timbre, un sello o un membrete.

 Y el comentarista ha hecho mención del citado verbo, ya que en el caso concreto de algunos periodistas, o pseudoperiodistas vaya usted a saber (por ser el gremio, podríamos decir, donde más se da esa habilidad para acuñar nuevas palabras) uno recuerda haber hecho alusión, aun cuando hay algunos más, a los supuestos verbos aperturar o contragolpear (pues es de suponer que se trate de verbos obviamente, el último de los cuales es muy utilizado en el argot futbolístico por los comentaristas del ramo), si bien tal circunstancia de hecho se da tanto partiendo de sustantivos para inventar verbos, cual en en los supuestos citados, como a la inversa, o sea, tomando como base un determinado verbo para crear sustantivos. Porque una cosa es que el vulgo (o el pópulo dicho en términos coloquiales para emular al gremio de aquellos inventores citados) utilice palabras inexistentes y otra muy distinta es que se empleen en ambientes de cierto nivel cultural, como uno entiende debieran ser los que se dedican a escribir o hablar en los medios de comunicación, da igual si son licenciados o no en Ciencias de la Información; mucho más, claro está, si lo son realmente, que uno ya tiene sus dudas. No hay más que recordar el último caso de un conocido político del Partido Popular que ha sido capaz de sacar media carrera de Derecho en menos de un año, algo que ha sido considerado como poco menos que imposible por un grupo de profesores de distintas universidades. Claro que fenómenos o situaciones extraordinarias se dan en la vida; por ejemplo, recientemente uno ha visto en una televisión que una niña de 5 años era capaz de entenderse con ocho personas de distintas nacionalidades en sus respectivos idiomas.

  Pero a la que iba un servidor es que parece que ha surgido una nueva palabreja, que nada de particular o de extraño tendría se pusiera pronto de moda, cual es la de candidatable (en la modesta opinión del comentaristas suena hasta mal), que debe hacer referencia a alguien que pretende o puede ser candidato a algo o de algo, a juzgar por el contexto en que un servidor la ha oído.

 Y, como uno tiene una verdadera obsesión por el diccionario (confieso que a veces raya en la monomanía), veamos lo que este dice al respecto sobre los adjetivos que terminan en -ble (1), porque el comentarista parte de la base de que en el caso concreto estamos hablando de un adjetivo. Así dice la RAE que el sufijo -ble sirve para la formación de adjetivos casi siempre deverbales (2), añadiendo que indica posibilidad pasiva, es decir, capacidad o aptitud para recibir la acción del verbo. Si el verbo, continúa la RAE, es de la primera conjugación, el sufijo toma la forma -able, como en el caso de prorrogable; y, si es de la segunda o tercera, toma la forma -ible, como en reconocible o distinguible. Y señala igualmente que en los supuestos de derivados de verbos intransitivos o de sustantivos suelen tener valor activo, casos de agradable o servible. Por otra parte, según otras fuentes lingüísticas, es un morfema tónico de tipo derivativo que cumple con la tarea de unirse de forma posterior a palabras identificadas como verbos, a fin de originar nuevas palabras, que por su parte son clasificadas como adjetivos, de acuerdo a su categoría gramatical.

 En todo caso, si candidatable debe referirse a alguien que aspira a ser candidato, y candidato (o candidata no vayan a molestarse los izquierdosos de turno) es la persona que pretende algo, especialmente un cargo, premio o distinción y también persona propuesta para un cargo, premio o distinción, lo de ser candidato a candidato no dejaría de ser una redundancia; o para decirlo de un modo más técnico, un auténtico pleonasmo en toda regla. Todo ello, por supuesto, en opinión del comentarista.

(1) Etimológicamente procede del sufijo latino - bilis: amabilis, credibilis, etc.
(2) Según la RAE, el adjetivo deverbal, como dicho de una palabra, significa que deriva de un verbo; p. ej., empuje, de empujar; salvamento, de salvar.

1 comentario:

  1. Como siempre, un placer leer tu blog.

    En esta ocasión he llegado a este artículo después de leer "En los comicios que ganó Aitor Elizegi el primer candidatable fue Juan Antonio Jainaga, pero el empresario no acabó de dar el paso", lo cual, como mencionas, suena fatal. Con la explicación que das no existe ninguna duda al respecto ;)

    Un saludo y gracias por compartir tus opiniones.

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