viernes, 25 de mayo de 2018

SIGAMOS CON EL LENGUAJE

  En el diccionario de la RAE el verbo ofrecer tiene múltiples acepciones (hasta 13 entradas se recogen en el mismo), la primera de las cuales es la de comprometerse a dar, hacer o decir algo. Y en ese sentido la persona que recibe lo que se ofrece cumple en la oración la función de complemento indirecto, aunque es evidente que, al ser un verbo transitivo, el objeto del ofrecimiento obviamente es complemento directo; por lo tanto, cuando aquel es un referente femenino y se trata de un pronombre átono de tercera persona, debe decirse siempre le(s) y nunca la(s): “A su hermana le dieron una casa de protección oficial. Es, pues, totalmente incorrecto en ese caso usar 'la', que es un supuesto claro de laísmo, como en la frase “Se preocupan por defender a la mujer y darla una proyección social y cultural”. Es el mismo caso que 'la dije', tan habitual en zonas de Castilla, no obstante algunos castellano parlantes nos tilden a los andaluces de que hablamos bastante mal. Y es que una necedad siempre será una necedad (aunque aquí se trate de incorrecciones gramaticales, porque ambas la son), lo diga Agamenón o su porquero; o, si lo prefieren, lo haga un vagabundo o el presidente del Gobierno por mucho que este último se supone debe estar mejor preparado que aquel.

 Lo anterior viene a cuento porque hace poco oí decir al actual director y presentador del programa de Onda Cero El transistor (con una amplia y dilatada carrera profesional en el mundo de la radio) que a cierta catedrática la habían ofrecido un determinado puesto en la Real Federación Española de Fútbol. El citado locutor (en sus datos biográficos se dice de él que es periodista, no que estudiara periodismo, que es cosa distinta) es sobradamente popular en los ambientes radiofónicos, desde aquellos lejanos tiempos en que dirigía El larguero en la Cadena SER, por su más que conocida y polémica rivalidad por aquello de los niveles de audiencia con otro célebre comunicador de las ondas, José María García (hoy ya retirado de toda actividad relacionada con el medio y de quien sí se dice que estudió periodismo), de cuyo programa un servidor ha de confesar que era asiduo seguidor, lo cual no quiere decir que compartiera su forma de conducirlo, por cuanto no comulgaba con su estilo peculiar de lanzar improperios a diestro y siniestro o de colgar epítetos descalificatorios contra todo aquel que no estuviera de acuerdo con su forma de proceder y de actuar (lo que le granjeó no pocos enemigos y alguna que otra demanda judicial por difamación), al margen del empleo reiterado de las consabidas muletillas una noche sí y otra también, como por ejemplo, 'ojo al dato', 'caducos y trasnochados', 'tribuletes de pesebre', 'abrazafarolas, 'correveidiles', 'chupópteros', 'lametraserillos', 'soplagaitas', 'bulto sospechoso', 'meapilas' y un largo etcétera. Por cierto, que en la modesta opinión del comentarista, El butanito, que era el apodo con que se le conocía en su mundo, no tenía nada claro el uso del pretérito indefinido y el pretérito perfecto, llamados así entonces y en la actualidad de forma distinta, pero cuyo cambio de denominación en nada empece al problema en sí. Lo reitera uno por aquello a que hacía alusión con anterioridad de que para muchos castellano hablantes los andaluces no hablamos nada bien, criterio con el que uno no está de acuerdo en absoluto
 
Es evidente que un tiempo perfectivo expresa una acción terminada, un tiempo que sitúa la acción, el proceso o el estado expresados por el verbo en un punto anterior al momento del que se está hablando. El pretérito imperfecto, el pluscuamperfecto o el anterior (este muy poco usado en la práctica, al igual que el futuro de subjuntivo, con excepción hecha de este último en el País vasco) son tiempos de pretérito, pero ninguno de ellos son motivo de este comentario, por cuanto en realidad su uso no genera muchas dudas. Son el pretérito perfecto simple en la nomenclatura actual (1), [o el indefinido según la terminología antigua] y el pretérito perfecto compuesto [antes pretérito perfecto a secas] los que en realidad siguen suscitando errores en no pocas ocasiones por parte de comentaristas y contertulios, incluso de postín. Así, por ejemplo, no es correcto decir que 'ayer se ha celebrado el partido de fútbol equis', puesto que en su caso habría que decir que 'el partido se celebró ayer'.
  
 La forma verbal del pretérito perfecto se emplea cuando inscribimos la acción en un período de tiempo que todavía no ha concluido, que no se ha terminado o que llega hasta el momento actual, siendo irrelevante que la unidad de tiempo usada sea más o menos precisa; en cambio, en el pretérito indefinido, el periodo de tiempo ya está concluido. Así, en el ejemplo 'este año ha llovido muy poco', o 'no he visto a Juan desde hace un siglo', podemos decir que el año o el siglo continúa; sin embargo, si decimos que 'el año pasado llovió poco', estamos haciendo referencia a que el periodo de tiempo ya está acabado y sin prolongación en el presente. En definitiva, lo importante a tener en cuenta es saber si el período de tiempo se prolonga o no hasta el momento actual, con independencia de su duración.
 Para algunos entendidos en lingüística hay unos determinados marcadores temporales que pueden ayudarnos a saber cuándo se debe emplear un tiempo u otro. A título ilustrativo, estos podrían ser algunos de ellos:

 Para el pretérito perfecto                                    Y para el pretérito indefinido
  • Esta mañana          {                                    *  Ayer                           {
  • Esta tarde               {                                    *  Anteayer                    {
  • Esta noche              {                                    * Anoche                       {    
  • Esta semana           {    ha llovido mucho.   * La otra noche             {      llovió poco
  • Este año                 {                                     * La semana pasada     {
  • Últimamente          {                                     * El último mes             {
  • Desde hace meses  {                                     * Tres meses atrás        {
(1) El polímata venezolano Andrés Bello, filósofo, poeta, traductor, filólogo, ensayista, educador, político y diplomático fue el creador del término; y a quien se debe la Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos (1847), obra de referencia aún hoy imprescindible para los estudios gramaticales,




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